viernes, 1 de febrero de 2013

1 de febrero, Santa Brígida de Irlanda

Historia de Santa Brigida ( Origenes )

Santa Brígida es una de las santas más importantes y queridas de Europa.  Es la Patrona de Irlanda, y considerada, junto a San Patricio, como una de las columnas de la evangelización irlandesa.
Nació en el 453 en Faughart, County Louth, Irlanda.  Su padre fue el rey escocés de Leinster, el pagano Dubtach; su madre, la cristiana Brocca, una esclava; ella había sido bautizada por San Patricio.  La joven Brígida pasó su infancia viviendo una verdadera santidad.  A pesar de ser hija de un rey, era esclava y trabajaba cuidando vacas, pastoreándolas y ordeñándolas.
Era generosa en extremo.  Daba leche, mantequilla, pan y otros bienes a cuanto deambulante llegaba a su finca.  Esto le causó problemas con su familia.  Sin embargo, aunque ella daba de todo, ni a su familia ni a su vaquería les faltó nada.  Al contrario, lograba más de lo que daba. 
También era muy amante de los animales.  Como San Francisco, tenía una hermosa relación con ellos.  También quería mucho a los bebés, y les daba mucho amor, cuando tenía que cuidar de ellos.
Su padre, eventualmente, le otorgó la libertad, dejando de ser esclava. 

Brígida se dedicó a cuidar de la vaquería de la familia, junto a su madre, la cual llegó a ser muy exitosa.  Así, la madre de Brígida fue liberada también.
La niña crecía en amor a Dios y en belleza física.  Era hermosamente rubia, con bellos ojos azules.  Tuvo muchos pretendientes, y su padre deseaba casarla.  Pero ella ya había escogido como esposo al Verbo Divino, a Cristo.  Pidió Brígida al Cielo que le quitara su belleza, para alejar a sus pretendientes.  Le fue concedida su petición, y fue fea por algún tiempo.
Para reforzar su decisión de permanecer virgen y consagrada a Dios, Brígida contactó al Obispo Maccail.  Para ese entonces, ya ella tenía fama de santidad, y tenía a siete jóvenes que seguían su estilo de vida.  Por su juventud (Brígida, por ejemplo, tenía sólo 16 años), el obispo dudó en recibirlas.  Pero, como un milagro, vio una luz brillar sobre la cabeza de Brígida, que subió como una columna de fuego.  Era tanta la luz, que casi cegó al obispo.  Él vio en esto una señal de Cristo, el Sol que nace de lo alto, y no dudó más.  Consagró y recibió los primeros votos de Brígida y sus demás compañeras.
Tiempo después, llegó la hora de recibir los votos perpetuos.  Brígida y sus compañeras acudieron al Obispo Mel, discípulo de San Patricio.  Al consagrar al Brígida, el obispo, por error, usó la fórmula de consagración episcopal sobre ella.  El Obispo Maccail, que acompañó a las jóvenes, le hizo saber del error, y de que no debía concederse el orden episcopal a una mujer.  ¿La respuesta del Obispo Mel?  “No tengo poder en esta materia.  Esa dignidad fue dada por Dios a Brígida, por sobre otra mujer.  Que así sea, porque ella está destinada a grandes cosas”.  Es entonces que Brígida recuperó su belleza.
El tiempo probaría que el Obispo Mel no se equivocó
en lo que dijo. 
Su acción no fue nada descabellada, si tomamos en cuenta la situación eclesial de la Irlanda medieval.  El sistema diocesano romano era desconocido allí.  Los monasterios eran el centro de la primitiva vida cristiana irlandesa.  Los abades y abadesas, por tanto, funcionaban como si fueran obispos.  Existe evidencia de esto en decretos de sínodos de la época, como el Sínodo de Whitby, convocado por Santa Hilda
Las abadesas, a veces, gobernaban monasterios dobles, tanto de hombres como de mujeres.  Ellas pudieron haber ejercido algunas funciones episcopales, como dirigir, enseñar, predicar, escuchar confesiones y tal vez, absolver pecados.  Es por estas razones, que a todas las abadesas sucesoras de Santa Brígida, se les brindaron y aún se les brindan, honores episcopales.
No existe evidencia aún de que Santa Brígida hubiera podido ordenar sacerdotes.  Sin embargo, hay fuentes que aseguran que ella sí instaló al Obispo Conlaeth en Kildare, aunque no hay total seguridad en ello.  De lo que sí hay seguridad, es que ella creó escuelas tanto para hombres como para mujeres.
A los 18 años, Brígida fundó, junto a sus siete compañeras, su primer convento, en el año 470.  El mismo fue construido bajo la sombra de un árbol, y fue el primero de toda Irlanda.  A ese lugar, se le conoció como Kildare (originalmente “Cill-Daire”, o “celda del cedro”).  En ese convento, Brígida logró cristianizar dos símbolos paganos: el cedro y el fuego perpetuo, ambos sagrados para los druidas.  Ella enseñaba a los fieles que la luz del altar era símbolo del Evangelio, que brilla en el corazón de Irlanda, y que nunca debía extinguirse.  Por eso, en la actual iglesia en Kildare, brilla una llama eterna en su memoria.
En su convento, Brígida cuidó y alimentó a hambrientos, pobres, leprosos y deambulantes.  A veces, de manera milagrosa, se multiplicaba la comida que ella ofrecía, como le ocurría a Jesús en Galilea.  También, lograba convertir el agua en cerveza y leche.  Sus vacas daban más leche que ninguna otra, hasta tres veces por día.
Mas la preocupación de Brígida iba más allá del alimento material.  También alimentó el intelecto y el espíritu de sus fieles.  Su monasterio se convirtió en un prominente centro educativo y cultural.  Los manuscritos iluminados que allí se producían, eran muy apreciados en toda Irlanda.  En especial, el famoso “Libro de Kildare”, tan hermosamente hecho, que se decía que el mismo parecía haber sido diseñado por ángeles (dicho libro actualmente está hoy día desaparecido, lamentablemente).  También en la escuela se enseñaba metalurgia e ilustración iluminada.
Durante sus años como Abadesa de Kildare, viajó por toda Irlanda, fundando conventos por invitación de los obispos.  Brígida fue quien inventó el concepto del convento doble, en Kildare, a las orillas del Río Liftey, tanto para varones como para mujeres.  También fue invitada a participar en diversos concilios.
Brígida murió de causas naturales, en 525; tendría casi 75 años de edad.  Parte de sus reliquias reposan junto con las de San Patricio y San Columba, en Downpatrick, Irlanda.  Su cabeza se encuentran Lumier, cerca de Lisboa, Portugal, donde reposa en una capilla especial. En Irlanda, hay muchas iglesias dedicadas a Santa Brígida. 
Hoy día, Brígida es muy amada por sus compatriotas irlandeses, y es considerada un gran ejemplo de liderazgo y santidad para las católicas.  Muchas leyendas rodean la historia de su vida, pero hay una cosa certera – su ternura y su generosidad son su sello de identidad.
 Origen de la Cruz de Santa Brígida
Una vez un amo o jefe pagano que estaba muriéndose envió a Kildare a alguien para que implorara que la gran abadesa lo visitara antes del final. Brígida se apuró a su fortaleza deseosa de darle al hombre moribundo el don de la fé. Lo encontró en un estado desesperante, estaba como loco, tanto que sus sirvientes no se atrevían a acercársele. Pero su silenciosa e imponente presencia hizo que el hombre se calmara. Brígida tomó del suelo un manojo de juncos, los cuales se usaban en estos días para cubrir el suelo, y se puso a tejer una cruz en una forma muy peculiar, algo así como cestería o mimbrería. Cuatro tallos de junco eran entrelazados en el centro y las puntas de los tallos eran cerrados con pequeños nudos o unidos con hilo.
-¿Qué estas haciendo?, le preguntó el hombre enfermo mientras observaba los habilidosos dedos de la abadesa artesana.
-Esto es una cruz, la cual hago en honor al hijo de la Virgen, quién murió por nosotros en una cruz de madera.
Brígida le contó cómo Cristo vino a salvar a la humanidad con su muerte y el hombre creyó y pidió ser bautizado.

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