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El arte de amar a los enemigos |
(Fragmento Homilía Papa Francisco de la misa celebrada el martes
18 de junio, por la mañana, en la capilla de
la Domus Sanctae Marthae.)
Amar a nuestros enemigos, a quienes nos
persiguen y nos hacen sufrir es difícil; ni siquiera es
un "buen negocio", porque nos empobrece. Sin embargo este es
el camino indicado y recorrido por Jesús para nuestra salvación.
¿Cómo es posible perdonar?: También nosotros, todos nosotros, tenemos enemigos,
todos. Algunos enemigos débiles, algunos fuertes. También nosotros muchas veces
nos convertimos en enemigos de otros; no les queremos. Jesús
nos dice que debemos amar a los enemigos.
No se trata
de una tarea fácil y generalmente, pensamos que Jesús nos
pide demasiado. Pensamos: "Dejemos estas cosas a las monjas de
clausura que son santas o a alguna otra alma santa".
No es la actitud justa. «Jesús dice que se debe
hacer esto porque sino sois como los publicanos, como los
paganos, y no sois cristianos».
¿Cómo se puede amar «a quienes
toman la decisión de bombardear o matar a tantas personas?
¿Cómo se puede amar a aquellos que por amor al
dinero no permiten que las medicinas lleguen a quien la
necesita, a los ancianos, y les dejan morir?». Aún más:
«¿Cómo se puede amar a las personas que buscan sólo
su interés, su poder y hacen tanto mal?».
No sé «cómo
se puede hacer. Pero Jesús nos dice dos cosas: primero,
mirar al Padre. Nuestro Padre es Dios: hace salir el
sol sobre malos y buenos; hace llover sobre justos e
injustos. Nuestro Padre, por la mañana, no dice al sol:
"Hoy ilumina a estos y a estos; a estos no,
déjales en sombra". Dice: "Ilumina a todos". Su amor es
para todos, su amor es un don para todos, buenos
y malos. Y Jesús concluye con este consejo: "Sed perfectos
como es perfecto vuestro Padre celestial".
Por lo tanto, la indicación
de Jesús consiste en imitar al Padre en la perfección
del amor. Él perdona a sus enemigos. Hace todo por
perdonarles. Pensemos en la ternura con la que Jesús recibe
a Judas en el huerto de los Olivos, cuando entre
los discípulos se pensaba en la venganza.
La venganza, es ese
plato tan rico cuando se come frío; y por ello
esperamos el momento preciso para realizarla. «Pero esto no es
cristiano. Jesús nos pide amar a los enemigos. ¿Cómo se
puede hacer? Jesús nos dice: rezad, rezad por vuestros enemigos.
La oración hace milagros; y esto vale no sólo cuando
tenemos enemigos; sino también cuando percibimos alguna antipatía, «alguna pequeña
enemistad». Entonces es necesario rezar, porque «es como si el
Señor viniera con el óleo y preparara nuestro corazón para
la paz».
Pero «ahora desearía dejaros una pregunta, a la cual
cada uno puede responder en su corazón: ¿rezo por mis
enemigos? ¿Rezo por quienes no me quieren? Si decimos que
sí, yo os digo: ¡adelante!, reza más, porque éste es
un buen camino. Si la respuesta es no, el Señor
dice: ¡pobrecillo! También tú eres enemigo de los demás. Entonces
es necesario rezar para que el Señor cambie su corazón».
Debemos
mirar más el ejemplo de Jesús: «Conocéis, en efecto, la
gracia de la que habla hoy el apóstol Pablo: de
rico que era, se hizo pobre por vosotros, para que
vosotros llegarais a ser ricos por medio de su pobreza.
Es verdad: el amor a los enemigos nos empobrece, nos
hace pobres, como Jesús, quien, cuando vino, se abajó hasta
hacerse pobre. Tal vez no es un "buen negocio" o
al menos no lo es según la lógica del mundo.
Sin embargo «es el camino que recorrió Dios, el camino
que recorrió Jesús» hasta conquistarnos la gracia que nos ha
hecho ricos.
Este es el misterio de la salvación: con el
perdón, con el amor hacia el enemigo nos hacemos más
pobres. Pero esa pobreza es semilla fecunda para los demás,
como la pobreza de Jesús llegó a ser gracia y
salvación para todos nosotros.
Pensemos en nuestros enemigos, en quien
no nos quiere. Sería hermoso si ofreciéramos la misa por
ellos, si ofreciéramos el sacrificio de Jesús por quienes no
nos aman. Y también por nosotros, para que el Señor
nos enseñe esta sabiduría: tan difícil pero también tan bella,
y que nos hace semejantes a su Hijo, quien al
abajarse se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
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