El amor de Cristo por la cruz
Oración: INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
V Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles.
R Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V Señor, envía tu Espíritu, y todo será creado
R Y renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
R Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V Señor, envía tu Espíritu, y todo será creado
R Y renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
La Biblia: Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho
y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; ser ma-
tado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole a-
parte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus dis-
cípulos, reprendió a Pedro diciéndole: "¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque
tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres".
(Marcos 8, 31-33)
San Luis María: La Sabiduría encarnada amó la cruz desde sus más tiernos
San Luis María: La Sabiduría encarnada amó la cruz desde sus más tiernos
años: La quise desde muchacho. Apenas entró en el mundo, la recibió de ma-
nos del Padre en el seno de María. La colocó en su corazón, como soberana
diciendo: "Dios mío, lo quiero; llevo tu ley en mis entrañas. ¡Oh Dios y Padre
mío, escogí la cruz cuando estaba en tu seno! ¡La vuelvo a elegir ahora en el
de mi Madre! ¡La amo con todas mis fuerzas y la coloco en medio de mi cora-
zón para que sea mi esposa y soberana!"
(Amor de la Sabiduría Eterna #169)
Resolución: En tu oración de hoy pídele a Cristo por intercesión de María la
gracia de amar la cruz.
Oración: ¡OH JESÚS, QUE VIVES EN MARÍA!
Oh Jesús, que vives en María
ven a vivir en nosotros, tus siervos,
con tu Espíritu de santidad,
con la plenitud de tus dones,
con la perfección de tus caminos,
con la realidad de tus virtudes,
con la comunión de tus misterios.
Domina en nosotros sobre todo poder enemigo,
por tu Espíritu Santo, para gloria del Padre.
Amén.
ven a vivir en nosotros, tus siervos,
con tu Espíritu de santidad,
con la plenitud de tus dones,
con la perfección de tus caminos,
con la realidad de tus virtudes,
con la comunión de tus misterios.
Domina en nosotros sobre todo poder enemigo,
por tu Espíritu Santo, para gloria del Padre.
Amén.
Oración de la Noche: ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN
Dios te salve, María
Hija amabilísima del Eterno Padre,
Madre admirable del Hijo,
Esposa fidelísima del Espíritu Santo,
Templo augusto de la Santísima Trinidad.
Dios te salve, Princesa soberana,
A quien todo está sometida en el Cielo y en la tierra.
Dios te salve, Refugio seguro de los pecadores,
Nuestra Señora de la Misericordia, que a nadie has rechazado jamás.
Por más pecador que yo sea, me postro en tu presencia,
suplicándote me alcances de Jesús, tu Hijo querido,
la contrición y el perdón de todos mis pecados,
junto con la divina Sabiduría.
Me consagro a ti del todo y con todo lo que tengo.
Te elijo desde hoy por mi Madre y Señora.
Trátame, pues, como el último de tus hijos
y el más sumiso de tus servidores.
Escucha, Princesa mía, escucha los suspiros
de un corazón que desea amarte y servirte con fidelidad.
Que no se diga que, de todos los que a ti han recurrido,
soy el primero que ha sido abandonado.
¡Oh esperanza mía, oh vida mía,
oh mi fiel e inmaculada Virgen María!
Escúchame, defiéndeme, aliméntame,
instrúyeme y sálvame.
Amén.
Hija amabilísima del Eterno Padre,
Madre admirable del Hijo,
Esposa fidelísima del Espíritu Santo,
Templo augusto de la Santísima Trinidad.
Dios te salve, Princesa soberana,
A quien todo está sometida en el Cielo y en la tierra.
Dios te salve, Refugio seguro de los pecadores,
Nuestra Señora de la Misericordia, que a nadie has rechazado jamás.
Por más pecador que yo sea, me postro en tu presencia,
suplicándote me alcances de Jesús, tu Hijo querido,
la contrición y el perdón de todos mis pecados,
junto con la divina Sabiduría.
Me consagro a ti del todo y con todo lo que tengo.
Te elijo desde hoy por mi Madre y Señora.
Trátame, pues, como el último de tus hijos
y el más sumiso de tus servidores.
Escucha, Princesa mía, escucha los suspiros
de un corazón que desea amarte y servirte con fidelidad.
Que no se diga que, de todos los que a ti han recurrido,
soy el primero que ha sido abandonado.
¡Oh esperanza mía, oh vida mía,
oh mi fiel e inmaculada Virgen María!
Escúchame, defiéndeme, aliméntame,
instrúyeme y sálvame.
Amén.
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