domingo, 4 de noviembre de 2012

EL ROCÍO AÑO SANTO JUBILAR, OTORGADO POR SU SANTIDAD EL PAPA BENEDICTO XVI


QUIERO BESAR TUS PIES LLAGADOS..



Quiero besar tus pies llagados 
postrado ante Ti y arrepentido, 
besar los pies que están heridos 
por causa de mis males y pecados. 

Y por eso ante tu imagen me arrodillo 
con el corazón dolorido y apenado, 
quiero dejarlo en el tuyo recostado, 
en tu misericordia divina sumergido. 

Para ser fuente de perdón sé que has venido 
y la fuente se abre en tu costado, 
en él puedo beber el vino derramado 
que en un exceso de Amor hiciste mío. 

Hoy te doy gracias por haberme rescatado 
de la angustia de estar lejos de tu nido. 
Tú me vendaste cuando estaba herido 
y dejaste mi corazón enamorado. 

Sellaste con el óleo de tus dedos 
lo que el corazón ya había perdonado, 
me dejaste en tu Amor reconciliado 
y tu bendición fue mi consuelo.

4 de noviembre San Carlos Borromeo





Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584)

Etimología: Carlos = Aquel que es dotado de noble inteligencia, es de origen germánico

La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.
Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.

Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.

En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.

Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.

Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.

Hoy también se festeja a:
Felix de Valois, Santo
Amancio, Santo
Francisca de Amboise, Beata
Emerico de Hungría, Beato
Vidal y Agrícola, Santos

sábado, 3 de noviembre de 2012

3 de noviembre:San Martín de Porres





SAN MARTIN DE PORRES fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en el 9 de diciembre de 1579. En el libro de bautismo fue inscrito como "hijo de padre desconocido". Era hijo natural del caballero español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india panameña libre, llamada Ana Velásquez. Martín heredó los rasgos y el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como una humillación
Vivió pobremente hasta los ocho años en compañía de la madre y de una hermanita que nació dos años después.  Estuvo un breve tiempo con su padre en el Ecuador ya que este llegó a reconocerlo y también a la hermanita.  Nuevamente quedó separado del padre le mandaba lo necesario para hacerle terminar los estudios.
Martín era inteligente y tenía inclinación por la medicina. Había aprendido las primeras nociones en la droguería-ambulatorio de dos vecinos de casa. La profesión de barbero en aquella época estaba ligada con la medicina.  Así adquirió conocimientos de medicina y durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera.
Sintiendo grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos del Rosario en Lima. Su misma madre apoyó la petición del santo y éste consiguió lo que deseaba cuando tenía unos quince años de edad.
En el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos. Fue admitido sólo como "donado", es decir, como terciario y le confiaron los trabajos más humildes de la comunidad. Martín es recordado con la escoba, símbolo de su humilde servicio.  Su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. En una ocasión, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, Fray Martín, espontáneamente se ofreció al Padre Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación.
Advirtiendo los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad, le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en consideración a los criados del convento ni a los religiosos de otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a curarse a Lima.
Bastante trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su compasión a los de su orden, sino que atendía a muchos enfermos pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.
Juntaba a su abnegada vida una penitencia austerísima, se maltrataba con dormir debajo de una escalera unas cuantas horas y con apenas comer lo indispensable. Pasaba la mitad de la noche rezando a un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos rezando con fervor. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos.
Dios quiso que su santidad se conociera fuera de las paredes del monasterio, por los extraordinarios carismas con que lo había enriquecido, entre ellos, la profecía, éxtasis y la bilocación. Sin salir de Lima, fue visto en África, en China y en Japón, animando a los misioneros que se encontraban en dificultad.  Mientras permanecía encerrado en su celda lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos.  En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: "Yo tengo mis modos de entrar y salir".
Se le vio repetidas veces en éxtasis y, algunas levantado en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento. A el acudían teólogos, obispos y autoridades civiles en busca de consejo. Más de una vez el mismo virrey tuvo que esperar ante su celda porque Martín estaba en éxtasis.
Llegaron los enemigos a su habitación a hacerle daño y él pidió a Dios que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.
Durante la epidemia de peste, curó a cuantos acudían a él, y curó milagrosamente a los sesenta cohermanos. Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran.
Con la ayuda de varios ricos de la ciudad fundó el Asilo de Santa Cruz para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.
Sorprendió a muchos con sus curaciones instantáneas, como la del novicio Fray Luis Gutiérrez que se había cortado un dedo casi hasta desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba unido de nuevo y el brazo enteramente sano. En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, mas él le dijo: "levántese y ponga su mano aquí, donde me duele". ¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?, preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado.
Otras veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces, entraba por las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente cerradas. Alguien le preguntó: "¿Cómo ha podido entrar?" El santo respondió: "Yo tengo modo de entrar y salir".
El enfermero al mismo tiempo que hortelano herbolario, cultivaba las plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, parte para socorrer a sus propios hermanos en religión y parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad.
Su amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía escenas semejantes a las que se narran de San Francisco y de San Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los mosquitos lo atormentaban con sus picaduras e iba a que Juan Vázquez lo curase, éste le decía: "Vámonos a nuestro convento, que allí no hay mosquitos". Y Fray Martín respondía: "¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?" __"¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gente!__ "Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios", respondió el humilde fraile.
Es típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: "Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida". Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. Y si alguno volvía a la ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta, diciendo: "Vete adonde no hagas mal".  Loa animales le seguían en fila muy obedientes. En una misma cacerola hacía comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones.
Sus conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los enfermos, solía decirles: "Yo te curo y Dios te sana".  Todas las maravillas en la vida del santo hay que entenderlas asociadas con el profundo amor a Dios y al prójimo que lo caracterizaban.
Se sabe que Fray Martín y Santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles históricamente comprobados de sus entrevistas.
A los sesenta años, después de haber pasado 45 en religión, Fray Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde de Chichón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél que se llamaba a sí mismo perro mulato. Mientras se le rezaba el Credo, Fray Martín, al oír las palabras "Et homo factus est", besando el crucifijo expiró plácidamente.
Murió el 3 de noviembre de 1639. Toda la ciudad acudió a su entierro y los milagros por su intercesión se multiplicaron.
Fue beatificado en 1837 por Gregorio XVI y canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII. En 1966 Pablo VI lo proclamó patrono de los peluqueros de Italia, porque en su juventud aprendió el oficio de barbero-cirujano, que luego, al ingresar en la Orden de Predicadores, ejerció ampliamente en favor de los pobres.
En la actualidad todavía se lo invoca contra la invasión de los ratones.
Notas: ……….El Beato Martín es, en los Estados Unidos y en otros países, el patrono de las obras que promueven la armonía entre las razas y la justicia interracial; por ello existen varias biografías de tipo popular.


(Fuentes: Vidas Santas; www.corazones.org)

jueves, 1 de noviembre de 2012

Rosario de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María

Rosario de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María


  La devoción a la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María nace en Budapest, Hungría por una revelación particular recibida por una madre de familia humilde, llamada Isabel Szantó de Kindelman, que enviudó después de 16 años de matrimonio quedando con 6 hijos que tuvo que levantar a fuerza de arduo trabajo y duras jornadas en labores humildes.

A partir de 1961 empezó a recibir estas revelaciones por parte de nuestro Señor Jesús y la Santísima Virgen María, ellos le confiaron el secreto de
La Llama de Amor, que es la presencia de Jesús en nuestros corazones.


PARA REZARLA

Comenzamos haciendo 5 veces seguidas la Señal de la Cruz, en honor de las cinco Sagradas Llagas de nuestro Divino Redentor:

“En honor de la Llaga de la Mano derecha”. Hacemos la Señal de la Cruz..

“En honor de la Llaga de la Mano izquierda”. Hacemos la Señal de la Cruz.

“En honor de la Llaga del Pie derecho”. Hacemos la Señal de la Cruz.

“En honor de la Llaga del Pie izquierdo”. Hacemos la Señal de la Cruz.

“En honor de la Llaga del Costado”. Hacemos la Señal de la Cruz.

Luego se utiliza el rosario común de 5 decenas.

1.- En las cuentas grandes del rosario recitemos:

“Madre de Dios, derrama sobre la humanidad entera las Gracias eficaces de Tu Llama de Amor, ahora, y en la hora de nuestra muerte. Amén.


2.- En las cuentas pequeñas decimos:

“Madre nuestra, ¡sálvanos por la Llama de Amor de tu Inmaculado Corazón!

3.- Al final de cada decena:
 Corazón Doloroso e Inmaculado de María.  Ruega por nosotros, que recurrimos a Ti.



4.- Una vez terminadas las cinco decenas se finaliza de la siguiente manera:
 
 
En las tres últimas cuentas del Rosario se reza:
   Dios Te Salve, María Santísima, Hija de Dios Padre, Virgen Purísima antes del parto, en Tus Manos encomendamos nuestra Fe para que la aumentes, llena eres de Gracia, el Señor está Contigo, bendita tu eres entre todas....

   Dios Te Salve, María Santísima, Madre de Dios Hijo, Virgen Purísima antes del parto, en Tus Manos encomendamos nuestra ESPERANZA para que la alientes, llena eres de Gracia, el Señor está Contigo. Bendita Tú eres entre todas...

   Dios Te Salve, María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen Purísima antes del parto, en Tus Manos encomendamos nuestro Amor a Dios y al prójimo para que lo inflames, llena eres de Gracia, el Señor está Contigo. Bendita Tú eres entre todas...

  Tres Gloria. 
  Una Salve. 
 

Oración Final
¡Bienaventurada Virgen María! Queridísima Madre nuestra del Cielo, Tú amas tanto a Dios y a nosotros, Tus hijos, que ofreciste a Tu Divino Hijo Jesús en la Cruz como desagravio a nuestro Padre Celestial, para alcanzar la salvación para nosotros, a fin de que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga Vida Eterna. Con filial confianza Te rogamos a Ti, que con la Llama de Amor de Tu Inmaculado Corazón, atizada por el Espíritu Santo, enciendas en nuestros lánguidos corazones el Fuego del Amor perfecto hacia Dios y hacia los hombres, a fin de que junto Contigo, con un solo corazón, amemos sin cesar a Dios y a nuestro prójimo.
Ayúdanos a transmitir esta Llama Santa a todos nuestros hermanos de buena voluntad, a fin de que el Fuego del Amor de Dios vaya extinguiendo el fuego del odio en toda la redondez de la Tierra, y Jesús, Príncipe de la Paz, sea Rey y Centro de todos los corazones, en el Sacramento de Su Amor, y en el trono de nuestros altares. Amén.

 

 Promesas
El encuentro de los Corazones de Jesús y de María en el momento de la Anunciación, cuando la Virgen dio el "Sí", hizo surgir en María un gran Amor, intenso y puro: "La Llama de Amor".
 “En los corazones que se encienda esa Llama de Amor será impreso un Sello. Los marcados con este Sello serán salvados; éstos poblarán los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra.”


(Fuente: www.http://oracionesydevocionescatolicas.com)
 

Entregale tus cargas al Señor

http://www.devocionaldiario.com/enrique-monterroza/entregale-tus-cargas-al-senor-enrique-monterroza1/

Santa Teresita de Jesús: La Comunión de los Santos


Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Últimas conversaciones, 15/07/1897

La comunión de los santos

  Sor María de la Eucaristía quería encender las velas para una
procesión.No tenía cerillas, pero al ver la lamparilla que arde ante las
reliquias, se acercó; pero, ¡ay!, la encontró medio apagada, no quedaba más
que un débil destello en la mecha carbonizada. Sin embargo, consiguió
encender su vela, y, gracias a su vela, se fueron encendiendo todas las de
la comunidad. Fue aquella lamparita medio apagada la que produjo aquellas
hermosas llamas que, a su vez, hubieran podido producir infinidad de otras
e incluso incendiar el universo. Sin embargo, la causa primera de ese
incendio se debería siempre a aquella lamparita. ¿Podrán entonces las
hermosas llamas, sabiendo esto, gloriarse de haber provocado semejante
incendio, cuando ellas mismas sólo se encendieron gracias a aquella
centellita?...

Lo mismo ocurre con la comunión de los santos. Muchas veces, sin
que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos las debemos
a un alma escondida, porque Dios quiere que los santos se comuniquen la
gracia unos a otros por medio de la oración, para que en el cielo se amen
con un gran amor, con un amor todavía mucho mayor que el amor de la
familia, hasta el de la familia más ideal de la tierra. ¡Cuántas veces he
pensado si no podría yo deber todas las gracias que he recibido a las
oraciones de un alma que haya pedido por mí a Dios y a la que no conoceré
más que en el cielo!

Sí, una centellita muy pequeña puede hacer brotar grandes lumbreras
en toda la Iglesia, como doctores y mártires, que estarán muy por encima de
ella en el cielo; ¿pero quién podría afirmar que la gloria de aquellos no
se convertirá en la suya propia?
En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos
reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la
corona.