martes, 7 de agosto de 2012

EL PERDÓN



A lo largo de todo el Evangelio, Jesús, nuestro Señor nos invita -y más que invitarnos, nos obliga- a perdonar. Y no sólo nos lo dice de palabra, sino que nos da su ejemplo: mientras agonizaba colgado de la cruz, nos enseña con su oración al Padre cómo nos perdona. A los verdugos que lo torturaban y lo mataban no les reclama nada, sino que oraba así: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34). ¿Qué mayor ejemplo podemos tener para nosotros perdonar a los que nos hacen daño? ¿Qué mayor seguridad podemos tener de que Dios nos perdona, aunque hayamos cometido el peor de los delitos, si perdonó así a sus propios asesinos?
Sin embargo, siempre nos asalta la objeción: ¿Cómo hacer para perdonar? ¿Cómo perdonar, si nuestra tendencia natural nos lleva al resentimiento, al desquite, a la retaliación e inclusive a la venganza? 
Para respondernos esto, debemos estar convencidos de que si Dios nos pide algo, es porque podemos hacerlo. Y podemos hacerlo, porque El nos da las gracias para hacerlo ... más aún, es El Quien perdona en nosotros.
Recordemos algunas instrucciones de Jesús sobre el perdón. Una de las más célebres es aquélla en la que responde a Pedro cuántas veces se debe perdonar. Pedro le pregunta: “Señor, ¿hasta siete veces?”. Y Jesús le responde con aquella multiplicación, que da un resultado de 490 veces, pero que no significa esa cifra exactamente, sino que es una expresión oriental que equivale a decir “siempre”: “No sólo hasta siete, sino setenta veces siete” (Mt. 18, 21-35). 
ORACIÓN: Jesús amado, enséñanos a perdonar como Tú lo haces, siempre. Líbranos de juzgar a nuestros hermanos, pues solamente Tú, escudriñas los corazones. Sabes bien, Señor, que tan solo somos polvo. Líbranos de quienes nos persiguen, con toda clase de mentiras y levantando falsos testimonios, porque así persiguieron también a los santos que están contigo en tu Morada. Sé que Tú dijiste, que ya tienen su recompensa, tales personas. Pon en nosotros un corazón de carne, misericordioso como el tuyo, Jesús, que sepa pasa por alto la ofensa y que teja lazos de Amor. Amén!

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