martes, 24 de julio de 2012
LO QUE NOS ROBA LA PAZ
Reflexionemos el siguiente relato:
Un muchacho estaba tratando de levantar una roca, su papá estaba viendo al pequeño tratando de mover la piedra, el papá lo escuchó gruñendo y haciendo fuerza tratando de hacer rodar la piedra. Él le preguntó al hijo “¿Estás usando todas tus fuerzas?” El niño respondió “Si papá estoy usando todas mis fuerzas” El papá le dijo “no lo estás haciendo” el niño insistió “si lo hago” El papá le dijo “no lo estas haciendo porque no me has pedido que te ayude”
Lo que el padre le quiso decir es: Hijo, yo soy tu fuerza, soy tu padre, pide mi ayuda.
Muchas veces nos faltan las fuerzas y la paz porque lo que estamos haciendo, aun siendo obras muy buenas, no es la voluntad de Dios.
A veces tenemos un problema que tratamos de resolver y pensamos que utilizamos toda nuestra fortaleza, pero tenemos un Padre Celestial que está listo para intervenir y ayudarnos, Él sólo espera que se lo pidamos.
De lo reflexionado anteriormente. Muchos que cobijan pensamientos irreales, terminan también dando espacio a los pensamientos que se rebelan a la voluntad de Dios.
Algunos ejemplos:
- Una mujer sabe que debe perdonar, Dios le habla de diferentes modos a fin de que se decida a hacerlo, pero hace que no escucha y sigue perdiendo su energía y la paz con pensamientos de enojo, rencor o venganza.
- Un hombre casado está demasiado a gusto con una compañera del trabajo, Dios le viene haciendo saber que debe tomar distancia, sin embargo él se miente a si mismo diciendo: “es tan solo una amistad”, y se va involucrando afectivamente cada vez más… Sin embargo, no llega a comprender porque está nervioso.
- Un muchacho tiene un grupo de amigos que no le ayudan a mejorar como persona y le alejan de Dios. El lo sabe. Sus padres se lo han hecho notar, también otros amigos, pero el no quiere oír hablar del tema. El resultado es que con el tiempo termina alejado de Dios y viviendo antivalores con los cuales antes estaba en contra.
-Un hombre se queda con algunos pesos que no son suyos; una mujer habla demasiado y cae con frecuencia en la crítica; una joven que desearía hacer la voluntad de Dios va pasando ciertos límites en las muestras de afecto en su noviazgo… la lista seria larguísima. A todos ellos Dios les habla, pues quiere bendecirlos con un aumento de su paz. Pero no todos tienen interés en oír lo que Dios tiene para decirles, especialmente si eso implica realizar cambios significativos en algún área de la propia vida.
A veces he oído algunas afirmaciones que nos ayudarán a comprender lo que quiero decir: “Se lo que dice Dios pero esto es lo que yo quiero hacer”.
En este mismo sentido, hay personas que sin decirlo explícitamente, actúan siguiendo esta línea de pensamiento: “Quiero que tal persona haga lo que yo quiero en el momento que quiero y del modo en que lo quiero”. O “Que Dios haga mi voluntad”
Este modo rebelde de pensar hace que uno se ponga en el lugar de Dios, haciéndose una fe y una moral al propio gusto.
Lamentablemente también en la Iglesia hay personas que predican, cantan y sirven, pero no tienen los oídos abiertos a lo que Dios les quiere decir.
O cuando el Señor les pide algún servicio a través de la comunidad, ponen mil excusas haciendo la tarea que a ellos les gusta y no la que Dios a través de la comunidad les pide.
Permítame decirle que todo servicio, si no viene de la voluntad de Dios, y si no se lleva adelante con un corazón semejante al de María, dispuesto a hacer todo lo que pida el Señor con prontitud, no permitirá que tengamos paz y autentico gozo.
Si no buscamos la gracia de ser dóciles a lo que Dios nos pida, pacientes y obedientes, podremos vernos grandiosos por fuera pero en nuestro interior no hallaremos la paz.
Dios no nos da mandamientos para cuestionarlos, sino para obedecerlos.
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