martes, 8 de mayo de 2012

MI PAZ OS DEJO, MI PAZ OS DOY

El Señor colme de paz y alegría sus corazones!

Hoy hablamos mucho de la paz, y la paz no llega.
Escuchamos más el ruido de la guerra que los abrazos de reconciliación.
Tal vez se deba que a buscamos la paz por los caminos por donde no suele caminar la paz.
Durante años hemos hablado de “guerra fría”, por más que cada día la calentábamos armándonos cada día más.
Existe la paz del miedo a las armas.
Existe la paz del silencio de no querer plantear los problemas.
Existe la paz del silencio, para no despertar aquello que puede enfrentarnos.
Pero esa no es la paz verdadera, sino la guerra agazapada y a la espera de cualquier movimiento.

Por eso Jesús nos deja otra paz. La suya.
La paz fruto del amor.
La paz fruto de la fraternidad.
La paz fruto de la mutua comprensión.
La paz fruto de la justicia.
La paz fruto de la solidaridad.
La paz fruto de la generosidad.
La paz fruto del respeto para con el otro.
La paz fruto de la valoración del otro.
La paz fruto del diálogo en la mutua escucha y respeto.
La paz fruto de compartir los mismos sentimientos de Jesús.
La paz fruto del perdón.
La paz fruto de corazones sin resentimiento.
La paz fruto de corazones sin egoísmo.

Es la paz con nosotros mismos.
Es la paz con los que están a nuestro lado.
Es la paz que ve a la humanidad como “familia humana”.
Es la paz que ve en cada hombre y mujer a un hermano.

Y es una paz que no nos la deja simplemente como un regalo o un programa.
Es la paz que él mismo quiere construir a nuestro lado.
Por eso dice que se va, “pero vuelve a nuestro lado”.
Por tanto es la paz que estamos llamados a construir y vivir juntamente con él.
No es solo la paz que él nos deja.
Es la paz que él quiere construir en nosotros y con nosotros.
Es la paz fruto del amor: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

Sentimos el gozo y la alegría del regreso de Jesús al Padre.
Pero sentimos también el gozo y la alegría de que “vuelva a nuestro lado” y no nos deje solos.

Con él podremos vivir esa paz que recitamos en la conocida oración de San Francisco:
“Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde haya odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , que se recibe;
perdonando, que se es perdonado;
muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.
Pensamiento: Vive en paz contigo mismo, y vivirás en paz con todos nosotros.

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