Señor Jesús, la enfermedad ha llamado a la puerta de mi vida: una experiencia dura, una realidad difícil de aceptar. No obstante, te doy gracias por esta enfermedad: me ha hecho tocar con la mano la fragilidad y la precariedad de la humana existencia. Ahora miro todo con otros ojos: lo que soy y lo que tengo, no me pertenece, es un don tuyo. He descubierto qué quiere decir depender, tener necesidad de todo y de todos, no poder hacer nada solo.
He vivido la soledad y la angustia, también el afecto y la amistad de tantas personas.
¡Señor!, aunque me es difícil, repito: “jHágase tu voluntad!”.
Te ofrezco mis sufrimientos y los uno a los de Cristo Crucificado.
Bendice las personas que me asisten y las que sufren por mí. Amén.
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