Hace apenas unas horas que hemos recibido la noticia, triste, muy triste de la renuncia de su Santidad. Sus motivos: no le quedan fuerzas, está cansado, quiere pasar sus últimos días dedicado a rezar por la Santa Iglesia. Yo no puedo negar que me sieno huérfana... Acogí los primeros años de pontificado de Benedicto XVI con cierta reticencia, era una persona tan distinta de Juan Pablo II.. Aparentaba ser una persona distante, seria... como decimos por aquí, no te pellizcaba el alma.... Ciertamente, en aquellos tiempos no era la persona que soy hoy, y no veía la intensa calidad humana, la brillantez intelectual, las hermosas reflexiones y palabras de un hombre con una inteligencia que supera con creces a la mayoría de nosotros. No veía el esfuerzo que le costó acceder a la Silla de Pedro, siendo, como es una persona que siempre ha querido permanecer en segundo plano, un alma pequeñita que quería construir el Reino de los Cielos aquí en la tierra como el Maestro nos pidió, un pescador de hombres en la humildad, en la sencillez, en el sacrificio... Si alguna palabra me viene a la cabeza en estos momentos para definirle, sería humilde e inmensamente sacrificado,-sacrificio que ha ofrecido y unido al de Jesús-, por la Iglesia, su grey y sobre todo, por los que nos son de su grey: un pescador de hombres. Hoy siento pena, tristeza profunda; se va aquel que ha sostenido la Iglesia, mi padre en la tierra, pero sé que si lo hace, el Espirítu de Dios habrá permitido que así haya sido. Y Su Divina Voluntad es la que mueve los pasos de sus hijos.
Muchas gracias Santo Padre, me ha acompañado en este proceso convulsivo en el que Dios, sin merecermelo, me ha puesto bajo sus brazos y me ha traído a la reconversión, profunda, a un acercamiento al Padre, que permitirá, si no me dejan Mama María y Jesús, aspirar al Paraiso Prometido. Por todo esto, MUCHAS GRACIAS, siempre estará en mis humildes oraciones.
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