Historia de Santa Brigida ( Origenes )
Santa Brígida
es una de las santas más importantes y queridas de Europa. Es la
Patrona de Irlanda, y considerada, junto a San Patricio, como una de
las columnas de la evangelización irlandesa.
Nació en el
453 en Faughart, County Louth, Irlanda. Su padre fue el rey escocés
de Leinster, el pagano Dubtach; su madre, la cristiana Brocca, una
esclava; ella había sido bautizada por San Patricio. La joven Brígida
pasó su infancia viviendo una verdadera santidad. A pesar de ser
hija de un rey, era esclava y trabajaba cuidando vacas, pastoreándolas
y ordeñándolas.
Era generosa
en extremo. Daba leche, mantequilla, pan y otros bienes a cuanto
deambulante llegaba a su finca. Esto le causó problemas con su
familia. Sin embargo, aunque ella daba de todo, ni a su familia ni a
su vaquería les faltó nada. Al contrario, lograba más de lo que
daba.
También era
muy amante de los animales. Como San Francisco, tenía una hermosa
relación con ellos. También quería mucho a los bebés, y les daba
mucho amor, cuando tenía que cuidar de ellos.
Su padre, eventualmente, le otorgó la libertad, dejando de ser esclava.
Brígida se dedicó a cuidar de la vaquería de la familia, junto a su madre, la cual llegó a ser muy exitosa. Así, la madre de Brígida fue liberada también.
Brígida se dedicó a cuidar de la vaquería de la familia, junto a su madre, la cual llegó a ser muy exitosa. Así, la madre de Brígida fue liberada también.
La niña
crecía en amor a Dios y en belleza física. Era hermosamente rubia,
con bellos ojos azules. Tuvo muchos pretendientes, y su padre deseaba
casarla. Pero ella ya había escogido como esposo al Verbo Divino, a
Cristo. Pidió Brígida al Cielo que le quitara su belleza, para alejar
a sus pretendientes. Le fue concedida su petición, y fue fea por
algún tiempo.
Para reforzar
su decisión de permanecer virgen y consagrada a Dios, Brígida
contactó al Obispo Maccail. Para ese entonces, ya ella tenía fama de
santidad, y tenía a siete jóvenes que seguían su estilo de vida. Por
su juventud (Brígida, por ejemplo, tenía sólo 16 años), el obispo dudó
en recibirlas. Pero, como un milagro, vio una luz brillar sobre la
cabeza de Brígida, que subió como una columna de fuego. Era tanta la
luz, que casi cegó al obispo. Él vio en esto una señal de Cristo, el
Sol que nace de lo alto, y no dudó más. Consagró y recibió los
primeros votos de Brígida y sus demás compañeras.
Tiempo después, llegó la hora de recibir los votos perpetuos. Brígida y sus compañeras acudieron al Obispo Mel,
discípulo de San Patricio. Al consagrar al Brígida, el obispo, por
error, usó la fórmula de consagración episcopal sobre ella. El Obispo
Maccail, que acompañó a las jóvenes, le hizo saber del error, y de que
no debía concederse el orden episcopal a una mujer. ¿La respuesta
del Obispo Mel? “No tengo poder en esta materia. Esa dignidad fue
dada por Dios a Brígida, por sobre otra mujer. Que así sea, porque
ella está destinada a grandes cosas”. Es entonces que Brígida recuperó su belleza.
El tiempo probaría que el Obispo Mel no se equivocó
en lo que dijo.
en lo que dijo.
Su acción no
fue nada descabellada, si tomamos en cuenta la situación eclesial de
la Irlanda medieval. El sistema diocesano romano era desconocido
allí. Los monasterios eran el centro de la primitiva vida cristiana
irlandesa. Los abades y abadesas, por tanto, funcionaban como si
fueran obispos. Existe evidencia de esto en decretos de sínodos de la
época, como el Sínodo de Whitby, convocado por Santa Hilda.
Las abadesas,
a veces, gobernaban monasterios dobles, tanto de hombres como de
mujeres. Ellas pudieron haber ejercido algunas funciones episcopales,
como dirigir, enseñar, predicar, escuchar confesiones y tal vez,
absolver pecados. Es por estas razones, que a todas las abadesas
sucesoras de Santa Brígida, se les brindaron y aún se les brindan,
honores episcopales.
No existe
evidencia aún de que Santa Brígida hubiera podido ordenar sacerdotes.
Sin embargo, hay fuentes que aseguran que ella sí instaló al Obispo
Conlaeth en Kildare, aunque no hay total seguridad en ello. De lo que
sí hay seguridad, es que ella creó escuelas tanto para hombres como
para mujeres.
A los 18
años, Brígida fundó, junto a sus siete compañeras, su primer convento,
en el año 470. El mismo fue construido bajo la sombra de un árbol, y
fue el primero de toda Irlanda. A ese lugar, se le conoció como
Kildare (originalmente “Cill-Daire”, o “celda del cedro”). En ese
convento, Brígida logró cristianizar dos símbolos paganos: el cedro y
el fuego perpetuo, ambos sagrados para los druidas. Ella enseñaba a
los fieles que la luz del altar era símbolo del Evangelio, que brilla
en el corazón de Irlanda, y que nunca debía extinguirse. Por eso, en la
actual iglesia en Kildare, brilla una llama eterna en su memoria.
En su
convento, Brígida cuidó y alimentó a hambrientos, pobres, leprosos y
deambulantes. A veces, de manera milagrosa, se multiplicaba la comida
que ella ofrecía, como le ocurría a Jesús en Galilea. También,
lograba convertir el agua en cerveza y leche. Sus vacas daban más
leche que ninguna otra, hasta tres veces por día.
Mas la
preocupación de Brígida iba más allá del alimento material. También
alimentó el intelecto y el espíritu de sus fieles. Su monasterio se
convirtió en un prominente centro educativo y cultural. Los
manuscritos iluminados que allí se producían, eran muy apreciados en
toda Irlanda. En especial, el famoso “Libro de Kildare”, tan
hermosamente hecho, que se decía que el mismo parecía haber sido
diseñado por ángeles (dicho libro actualmente está hoy día
desaparecido, lamentablemente). También en la escuela se enseñaba
metalurgia e ilustración iluminada.
Durante sus
años como Abadesa de Kildare, viajó por toda Irlanda, fundando
conventos por invitación de los obispos. Brígida fue quien inventó el
concepto del convento doble, en Kildare, a las orillas del Río
Liftey, tanto para varones como para mujeres. También fue invitada a
participar en diversos concilios.
Brígida murió
de causas naturales, en 525; tendría casi 75 años de edad. Parte de
sus reliquias reposan junto con las de San Patricio y San Columba,
en Downpatrick, Irlanda. Su cabeza se encuentran Lumier, cerca de
Lisboa, Portugal, donde reposa en una capilla especial. En Irlanda, hay
muchas iglesias dedicadas a Santa Brígida.
Hoy
día, Brígida es muy amada por sus compatriotas irlandeses, y es
considerada un gran ejemplo de liderazgo y santidad para las
católicas. Muchas leyendas rodean la historia de su vida, pero hay
una cosa certera – su ternura y su generosidad son su sello de
identidad.
Origen de la Cruz de Santa Brígida
Una vez un amo o jefe pagano que estaba muriéndose envió a Kildare a alguien para que implorara que la gran abadesa lo visitara antes del final. Brígida se apuró a su fortaleza deseosa de darle al hombre moribundo el don de la fé. Lo encontró en un estado desesperante, estaba como loco, tanto que sus sirvientes no se atrevían a acercársele. Pero su silenciosa e imponente presencia hizo que el hombre se calmara. Brígida tomó del suelo un manojo de juncos, los cuales se usaban en estos días para cubrir el suelo, y se puso a tejer una cruz en una forma muy peculiar, algo así como cestería o mimbrería. Cuatro tallos de junco eran entrelazados en el centro y las puntas de los tallos eran cerrados con pequeños nudos o unidos con hilo.
-¿Qué estas haciendo?, le preguntó el hombre enfermo mientras observaba los habilidosos dedos de la abadesa artesana.
-Esto es una cruz, la cual hago en honor al hijo de la Virgen, quién murió por nosotros en una cruz de madera.
Brígida le contó cómo Cristo vino a salvar a la humanidad con su muerte y el hombre creyó y pidió ser bautizado.
Una vez un amo o jefe pagano que estaba muriéndose envió a Kildare a alguien para que implorara que la gran abadesa lo visitara antes del final. Brígida se apuró a su fortaleza deseosa de darle al hombre moribundo el don de la fé. Lo encontró en un estado desesperante, estaba como loco, tanto que sus sirvientes no se atrevían a acercársele. Pero su silenciosa e imponente presencia hizo que el hombre se calmara. Brígida tomó del suelo un manojo de juncos, los cuales se usaban en estos días para cubrir el suelo, y se puso a tejer una cruz en una forma muy peculiar, algo así como cestería o mimbrería. Cuatro tallos de junco eran entrelazados en el centro y las puntas de los tallos eran cerrados con pequeños nudos o unidos con hilo.
-¿Qué estas haciendo?, le preguntó el hombre enfermo mientras observaba los habilidosos dedos de la abadesa artesana.
-Esto es una cruz, la cual hago en honor al hijo de la Virgen, quién murió por nosotros en una cruz de madera.
Brígida le contó cómo Cristo vino a salvar a la humanidad con su muerte y el hombre creyó y pidió ser bautizado.
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