sábado, 12 de enero de 2013

REPORTÁNDOSE - Para Reflexionar -



Una vez un Sacerdote estaba dando un recorrido por la Iglesia al mediodía..., al pasar por el Altar decidió quedarse cerca para ver quién había veni­do a rezar. En ese momento se abrió la puerta, el Sacerdote frunció el entrecejo al ver a un hombre acercándose por el pa­sillo; el hombre estaba sin afei­tarse desde hace varios días, vestía una camisa rasgada, tenía el abrigo gastado cuyos bordes se habían comenzado a deshila­cliar. El hombre se arrodilló, in­clinó la cabeza, luego se levantó y se fue.

Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre al me­diodía, estaba en la Iglesia car­gando una maleta..., se arrodi­llaba brevemente y luego volvía a salir. El Sacerdote, un poco temeroso, empezó a sospechar que se tratase de un ladrón, por lo que un día se puso en la puer­ta de la Iglesia y cuando el hom­bre se disponía a salir le pregun­to: ¿Qué haces aquí?

El hombre dijo que trabajaba cerca y tenía media hora libre para el almuerzo y aprovechaba ese momento para rezar. "Sólo me quedo unos instantes, sabe, porque la fábrica queda un poco lejos, así que sólo me arro­dillo y digo: "Señor, sólo vine nuevamente para contarte cuan feliz me haces cuando me libe­ras de mis pecados..., no sé muy bien rezar, pero pienso en Tí to­dos los días... así que, Jesús, éste es Jim reportándose". El Padre, sintiéndose un tonto, le dijo a Jim que estaba bien y que era bienvenido a la Iglesia cuan­do quisiera.

El Sacerdote se arrodilló ante el altar, sintió derretirse su co­razón con el gran calor del amor y encontró a Jesús. Mientras lá­grimas corrían por sus mejillas, en su corazón repetía la plegaria de Jim:

"SÓLO VINE PARA DE­CIRTE, SEÑOR, CUAN FELIZ FUÍ DESDE QUE TE ENCON­TRÉ A TRAVÉS DE MIS SE­MEJANTES Y ME LIBERAS­TE DE MIS PECADOS... NO SÉ MUY BIEN COMO RE­ZAR, PERO PIENSO EN TÍ TODOS LOS DÍAS... ASI QUE, JESÚS, SOY YO RE­PORTÁNDOME".

Cierto día el Sacerdote notó que el viejo Jim no había veni­do. -

Los días siguieron pasando sin que Jim volviese para rezar.

Continuaba ausente, por lo que el Padre comenzó a preocu­parse, hasta que un día fue a la fábrica a preguntar por él; allí le dijeron que él estaba enfermo, que pese a que los médicos es­taban muy preocupados por su estado, todavía creían que tenía una oportunidad de sobrevivir. La semana que Jim estuvo en el hospital trajo muchos cambios, el sonreía todo el tiempo y su alegría era contagiosa. La enfer­mera jefe no podía entender por qué Jim estaba tan feliz, ya que nunca había recibido ni flores, ni tarjetas, ni visitas. El Sacerdote se acercó al lecho de Jim con la enfermera y ésta le dijo, mien­tras Jim escuchaba: "Ningún amigo ha venido a visitarlo, él no tiene a quién recurrir".

Sorprendido, el viejo Jim una sonrisa: "La enfer­mera está equivocada... pues ella no puede saber que TODOS LOS DÍAS, desde que llegué aquí, a mediodía, un querido amigo mío viene, se sienta aquí en la cama, me toma de las ma­nos, se inclina sobre mí y me dice:

"SÓLO VINE PARA DECIRTE, JIM, CUAN FE­LIZ FUÍ DESDE QUE EN­CONTRÉ TU AMISTAD Y TE LIBERÉ DE TUS PECADOS. SIEMPRE ME GUSTÓ OÍR TUS PLEGARIAS, PIENSO EN TÍ CADA DÍA... ASÍ QUE, JIM, ÉSTE ES JESÚS, RE­PORTÁNDOSE".

P.D. Ahora, cada día, no podemos perder la oportunidad de decirle a Jesús: Aquí estoy REPORTÁNDOME...

Que tengas un día feliz... lleno de bendiciones.



"El verdadero amor no es el que perdona

nuestros defectos, sino el que no los conoce".

'Dios te amó, te ama y te amará,

eternamente, ¿y Tú?"

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