Os ruego, ¡oh eterno Padre!, que perdonéis a las
almas de los fieles difuntos, el poco celo en no haber deseado con
bastante fervor y anhelado con afán la grandeza de vuestra gloria...!
Ellas habrían podido tan fácilmente haceros amar instruyendo a los
niños, llevando por el camino del bien a los que ellas amaban! Para
expiar su indiferencia, yo os ofrezco los santos deseos de Jesucristo,
en el celo que El ha tenido por la nuestra aún en el altar.
¡JESUS MIO, MISERICORDIA!
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Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo
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Os suplico ¡oh Padre!, que perdonéis a las almas
religiosas, al haber preferido algunas veces su voluntad a la vuestra y
no haber amado en todo y de una manera perfecta vuestro deseo que se
manifestaba por sus desobediencias y faltas de sumisión a las órdenes de
sus superiores. Para reparar ofrezco la unión del dulcísimo Corazón de
jesús con vuestra voluntad, la pronta y generosa obediencia que presta
al Sacerdote viniendo al altar y la perfecta oblación de este divino
Hijo que lo llevó hasta la muerte y muerte de cruz.
¡JESUS MIO, MISERICORDIA!
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El pan nuestro de cada día dánoslo hoy
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Os ruego, ¡oh Padre tierno!, que perdonéis a las
almas de los fieles difuntos el no haber recibido el Santísimo
Sacramento del Altar con los deseos, la devoción y el amor que El
merece; el haber omitido por negligencia, cobardía o respetos humanos
muchas comuniones que Vos les ofrecíais. Para expiar estos pecados, yo
os ofrezco la santidad de vuestro Hijo Jesús, el amor ardiente y el
deseo inefable que le llevó a daros el precioso tesoro de su Cuerpo y de
su Sangre.
¡JESUS MIO, MISERICORDIA!
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Pedrónanos nuestras deudas, así como
nosotros pernonamos a nuestros deudores.
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Os ruego, ¡oh Eterno Padre!, que perdonéis a las
almas de los fieles difuntos los pecados en los cuales cayeron, no
perdonando fácilmente; guardando algún rencor, alimentando ligeros
pensamientos de venganza. Por esos pecados yo os ofrezco la oración tan
tierna y tan amorosa que vuestro Hijo Jesús hizo en la Cruz por sus
enemigos.
¡JESUS MIO, MISERICORDIA!
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No nos dejes caer en tentación
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Os suplico, ¡oh tierno Padre!, que perdonéis a las
almas de los fieles difuntos la poca fuerza que opusieron para rechazar
la tentación de sencualidad, reprimir la curiosidad de sus miradas, y
cuidarse de algunos goces peligrosos. Para expiar esta multitud de
pecados, yo os ofrezco las fatigas de Jesús, sus lágrimas, sus
mortificaciones y sus humillaciones en el altar.
¡JESUS MIO, MISERICORDIA!
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Sí, Dios mío, libradlas del mal que soportan esas
santas almas, en otro tiempo culpables, ahora tan arrepentidas y
resignadas; libradlas por los méritos de Jesucristo.
Y Vos, ¡oh Salvador, tan lleno de misericordia! Vos que estáis sobre
este altar, tened piedad de sus lamentos y de sus lágrimas. Ellas se
unen a mí para clamar hasta Vos durante su vida y olvidad las faltas que
la fragilidad de nuestra naturaleza les hizo cometer.
¡JESUS MIO, MISERICORDIA! |
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