Esteban significa: "coronado" (Esteb: corona).
Este santo se llama "protomártir", porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.
Hoy,
la Iglesia celebra la fiesta de su primer mártir, el diácono san
Esteban. El Evangelio, a veces, parece desconcertante. Ayer nos
transmitía sentimientos de gozo y de alegría por el nacimiento del Niño
Jesús: «Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo
lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). Hoy parece como si nos quisiera
poner sobre aviso ante los peligros: «Guardaos de los hombres, porque os
entregarán a los tribunales y os azotarán» (Mt 10,17). Es que aquellos
que quieran ser testimonios, como los pastores en la alegría del
nacimiento, han de ser también valientes como Esteban en el momento de
proclamar la Muerte y Resurrección de aquel Niño que tenía en Él la
Vida.
El mismo Espíritu que cubrió con su sombra a María, la
Madre virgen, para que fuera posible la realización del plan de Dios de
salvar a los hombres; el mismo Espíritu que se posó sobre los Apóstoles
para que salieran de su escondrijo y difundieran
la Buena Nueva —el Evangelio— por todo el mundo, es el que da fuerzas a
aquel chico que discutía con los de la sinagoga y ante el que «no
podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (Hch
6,10).
Era un mártir en vida. Mártir significa “testimonio”. Y
fue también mártir por su muerte. En vida hizo caso de las palabras del
Maestro: «No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis
que hablar se os comunicará en aquel momento» (Mt 10,19). Esteban,
«mirando al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha
de Dios» (Hch 7,55). Esteban lo vio y lo dijo. Si el cristiano hoy es un
testigo de Jesucristo, lo que ha visto con los ojos de la fe lo ha de
decir sin miedo con las palabras más comprensibles, es decir, con los
hechos, con las obras.
Esteban era uno de los hombres de confianza de los apóstoles. La S.
Biblia, en los Hechos de los Apóstoles narra que cuando en Jerusalén
hubo una protesta de las viudas y pobres que no eran israelitas porque
en la distribución de las ayudas se les daba más preferencia a los que
eran de Israel que a los pobres que eran del extranjero, los 12
apóstoles dijeron: "A nosotros no nos queda bien dejar nuestra labor de
predicar por dedicarnos a repartir ayudas materiales". Y pidieron a los
creyentes que eligieran por voto popular a siete hombres de muy buena
conducta y llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se
encargaran de la repartición de las ayudas a los pobres. Y entre los
siete elegidos, resultó aclamado Esteban (junto con Nicanor, Felipe y
otros). Fueron presentados a los apóstoles los cuales oraron por ellos y
les impusieron las manos, quedando así ordenados de diáconos (palabra
que significa "ayudante", "servidor". Diácono es el grado inmediatamente
inferior al sacerdote).
Los judíos provenientes de otros países,
al llegar a Jerusalén empezaron a discutir con Esteban que les hablaba
muy bien de Jesucristo, y no podían resistir a su sabiduría y al
Espíritu Santo que hablaba por medio de él. Siempre les ganaba las
discusiones. Lo llevaron ante el Tribunal Supremo de la nación llamado
Sanedrín, para acusarlo con falsos testigos, diciendo que él afirmaba
que Jesús iba a destruir el templo y a acabar con las leyes de Moisés. Y
los del tribunal al observarlo vieron que su rostro brillaba como el de
un ángel.
Esteban pronunció entre el Sanedrín un impresionante
discurso en el cual fue recordando toda la historia del pueblo de Israel
(Está en el Capítulo 7 de los Hechos de los Apóstoles) y les fue
echando en cara a los judíos que ellos siempre se habían opuesto a los
profetas y enviados de Dios, terminando por matar al más santo de todos,
Jesucristo el Salvador. Al oír esto, ellos empezaron a rechinar de
rabia. Pero Esteban lleno del Espíritu Santo miró fijamente al cielo y
vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la derecha de Dios y
exclamó: "Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie a
la derecha de Dios". Entonces ellos llenos de rabia se taparon los
oídos y se lanzaron contra él.
Lo arrastraron fuera de la ciudad y
lo apedrearon. Los que lo apedreaban dejaron sus vestidos junto a un
joven llamado Saulo (el futuro San Pablo que se convertirá por las
oraciones de este mártir) y que aprobaba aquel delito. Mientras lo
apedreaban, Esteban decía: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Y de
rodillas dijo con fuerte voz: "Señor, no les tengas en cuenta este
pecado". Y diciendo esto, murió. Unos hombres piadosos sepultaron a
Esteban y la comunidad hizo gran duelo por él.
Dichoso tú Esteban: que por proclamar tu amor a Cristoen la tierra te fuiste a acompañarlo a Él en el cielo.
Haz que seamos muchos, muchísimos los que con
nuestras palabras y buenas obras nos declaremos
amigos y seguidores de Jesús en esta vida y
seamos sus compañeros en el gozo eterno del Paraíso. Amén.
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