CONFIANZA EN DIOS
Frente a los gravísimos problemas de todo tipo que nos agobian a gran
parte de los humanos, a nivel personal y social; nacional y global, cada
día y sin tregua, las
personas buscan, instintivamente, un apoyo
firme donde asirse para no sucumbir. Se precisa total seguridad en
algunos referentes fijos y un líder en quien poner la entera confianza
ante el presente problemático y el futuro incierto y así seguir bregando
en vida por subsistir.
Muchos ponen su confianza en la técnica, la
ciencia, el progreso, la política, las alianzas de pueblos y
civilizaciones, el dinero, las armas, las religiones etc o lo que es
igual: en los poderosos, los sabios, los científicos, los líderes
religiosos etc. Nada de esto,- se ha
experimentado ya todo-, da plena confianza al ser humano.
Los cristianos tenemos unos referentes básicos en los que, desde
siglos, hemos puesto, sin frustraciones, nuestra entera confianza. Estos
referentes son:* La Biblia o Palabra de Dios
escrita; *la Palabra
de Dios hecha carne, Jesucristo y además una *Tradición de 21 siglos,
con el Magisterio oficial de la Iglesia= obra de Cristo.
El
cristiano con estos asideros, camina por la vida con idénticos o más
sufrimientos que los demás mortales, pero con una seguridad
interior(-paz, esperanza y alegría-) que proviene de su confianza en el
único Dios, vivo y verdadero y de su Unigénito Hijo Jesucristo.
En
una riada, naufragio o inundación, quien se agarra con fuerza a una
rama, bote o tablón puede, en medio de la desolación generalizada,
salvar su vida del desastre. En esta vida donde la tribulación, el mal y
desgracias nos zarandean sin cesar y nos arrastran al abismo de la
muerte, solo quien se afianza en la fe y confianza en Dios podrá salir a
flote y no perecer.
La oración que no debía caerse de la boca de un
creyente es el grito de los discípulos en medio de la tempestad del
lago de Tiberíades: Sálvanos Señor que perecemos.
Agarrarse a la
mano de Jesús con un acto de plena confianza en su poder y su infinita
misericordia, será el medio más seguro de salvación.
El Dios
cristiano, anunciado por su Hijo Jesús, es el Dios siempre presente en
los duros avatares de la vida humana. La Biblia, libro de la revelación
divina, está llena de esta consoladora enseñanza: Nadie, absolutamente
nadie, que acude con fe y confianza al
poder y misericordia divinas,
quedará defraudado. Sólo unas citas para no abrumar :Dichoso el hombre
que puso su confianza en Dios y no se va con los rebeldes que andan tras
la mentira(Salmo 40, ver 5).Bendito aquel que se fía en Yavé, pues no
defraudará el Señor su confianza. Es como árbol plantado a las orillas
del agua y a la orilla de la corriente echa raíces. No temerá cuando
venga el calor y estará su follaje frondoso; en años de sequía no se
inquieta ni se retrae de dar fruto(Jer 7,7).
Jesús en el Evangelio
apela siempre a la confianza, con el reclamo Animo, que soy yo, no
temáis. Hoy como siempre, los españoles somos probados por la
tribulación, el desánimo, la crisis, el paro, las carencias, el
cansancio, las tentaciones, el mal, en sus mil modalidades, imposibles
de enumerar, pues bien, lo que no debe de faltar nunca, ni en el corazón
ni la mente del creyente, es su confianza en Dios, Padre todopoderoso,
cercano, amigo, que lo ve todo, lo sabe todo y ama con amor infinito a
la humanidad. El es el único Salvador del hombre y el único que tiene el
poder de sacar bien del mal y hacer que todas las desgracias redunden
en bien de los que le temen y aman.
Para salir de los atolladeros de
la vida el hombre, ser creado y contingente, necesita del auxilio de su
Señor y Creador. Admirablemente lo expresa la Biblia, en múltiples
pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, entre los que me place citar el
salmo 145:No confiéis en los príncipes, seres de polvo que no pueden
salvar; exhalan el aliento y vuelven al polvo, ese día perecen sus
planes. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el
Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en
él; que mantiene su
fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los
oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los
cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que
ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los
peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de
los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en
edad. MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.
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