miércoles, 17 de octubre de 2012

ÁNGELES EN LA TIERRA (UN CUENTO PARA REFLEXIONAR...)


Dios estaba en el cielo mirando a los hombres en la tierra y veía cómo reinaba entre ellos la desolación. -"Más de 5 mil millones de seres humanos son pocos para alcanzar la magnificencia divina del amor"-suspiró el Señor. El Padre vio a muchos hermanos en guerra, esposos y esposas disgustados, ricos y pobres apartados, sanos y enfermos distante
s, libres y esclavos separados. Así que un buen día reunió a su ejército de ángeles y les dijo:
- ¡Observen a los seres humanos!... ¡Necesitan ayuda! Tendrán que bajar ustedes ala tierra.
¿Nosotros?, preguntaron los ángeles asustados y emocionados, pero llenos de fe.
Sí, ustedes son los indicados. Nadie más podrá cumplir esta labor.
¡Escuchen! Cuando crié al hombre, lo hice a imagen y semejanza mía, pero con talentos especiales para cada uno. Permití diferencias entre ellos para que juntos formaran mi Reino. Así lo planeé. Unos alcanzaron riquezas para compartir con los pobres, otros gozaron de buena salud para cuidar a los enfermos, unos serían sabios y otros muy simples para procurar entre ellos sentimientos de amor, admiración y respeto; los buenos tendrían que orar por los que actuaran como si fueran malos; el paciente toleraría al neurótico. En fin, mis planes deben cumplirse para que el hombre alcance, desde la tierra, la felicidad eterna. Y para hacerlo, ustedes bajarán con ellos.
- ¿De qué se trata? -
Preguntaron los ángeles inquietos. Entonces el Señor les explicó su deber: -Como los hombres se han olvidado de que los hice distintos para que se complementaran unos a otros y así formaran el cuerpo de mi Hijo Amado; y como parece que no se dan cuenta de que los quiero diferentes para lograr la perfección, ustedes bajarán con varias distinciones.
Y le encomendó a cada uno su tarea:
Tú tendrás memoria y concentración de excelencia: Serás ciego.
Tú serás elocuente con tu cuerpo y muy creativo para expresarte: Serás sordomudo.
Tú tendrás pensamientos profundos, escribirás libros, y serás poeta: Tendrás parálisis cerebral.
A ti te daré el don del amor: Tendrás Síndrome de Down.
Tú serás muy bajo de estatura y tu simpatía y sentido del humor llegarán hasta el cielo: Serás enano. Tú disfrutarás la creación tal como la planeé para los hombres: Tendrás discapacidad intelectual y, mientras otros se preocupan por los avances científicos y tecnológicos, tú disfrutarás mirando una hormiga, una flor. Serás feliz, muy feliz, porque amarás a todos y no emitirás juicios de ninguno.
Tú vivirás en la tierra, pero tu mente se mantendrá en el cielo, preferirás escuchar mi voz a la de los hombres: Tendrás autismo.
Tú serás hábil como ninguno: Te faltarán los brazos y harás todo con las piernas y la boca. Al último ángel le dijo: - Serás genio, te quitaré las alas antes de llegar a la tierra y bajarás con la espalda ahuecada, los hombres repararán tu cuerpo, pero tendrás que ingeniártelas para triunfar: Tendrás mielomeningocele, que significa "miel que vino del cielo".
Los ángeles se sintieron felices con la distinción del Señor, pero les causaba enorme pena tener que apartarse del cielo para cumplir su misión.
-¿Cuánto tiempo viviremos sin verte? ¿Cuánto tiempo lejos de tí?
-No se preocupen, estaré con ustedes todos los días. Además, esto durará sólo entre 60 y 80 años terrenos.
-Está bien Padre, será como Tú dices. 80 años son un instante en el reloj eterno. Aquí nos vemos "al ratito", dijeron los ángeles al unísono y bajaron a la tierra emocionados.
Cada uno llegó al vientre de una madre. Ahí se formaron y al nacer, fueron recibidos con profundo dolor; causaron miedo y angustia. Algunos padres rehusaron la tarea, otros la asumieron enojados, otros se echaron culpas hasta disolver el matrimonio y otros lloraron con amor y aceptaron la tarea.
Sea cual fuere el caso, como los ángeles saben su misión y sus virtudes son la fe, la esperanza y la caridad,
además de otras, todas gobernadas por el amor, ellos han sabido aceptar su misión y con paciencia pasan la vida iluminando a todo ángel que los ha querido amar.
Todos los días siguen bajando ángeles a la tierra con espíritus superiores en cuerpos limitados y seguirán llegando mientras haya humanidad en el planeta. Dios quiere que estén entre nosotros para darnos la oportunidad de trabajar con ellos y para aprender de ellos, porque trabajar es servir, servir es vivir y vivir es amar, porque la vida se nos dio para eso.
"El que no vive para servir, no sirve para vivir"
Las obras de Dios también se hacen a través de los hombres. Estas obras son la misericordia, especialmente con aquellos que más nos necesitan. ¿Ven por qué tantas diferencias?
Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego? ¿Él o sus padres?
-Ni él ni sus padres, nació así para que se vieran en él las obras de DIOS. (Juan 9,1-3)

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La dignidad del niño discapacitado y su fundamento

El primer problema que encuentra hoy el hijo discapacitado mental en su inserción en la sociedad, en el momento en que trata de vivir de modo más autónomo en relación con su familia, consiste en que esta sociedad muchas veces no está muy bien dispuesta a acogerlo en cuanto persona humana, sujeto de derechos inviolables. En realidad, la persona discapacitada encuentra a menudo dificultad para ejercer su derecho a vivir en la sociedad, a compartir espacio, trabajo y vivienda con los que no padecen discapacidad mental. Esa falta de disposición a acoger al discapacitado mental por parte de nuestra sociedad parece vinculada, en parte, a una percepción ofuscada de la dignidad intrínseca del ser humano discapacitado.

El documento de la Santa Sede de 1981 ponía, con razón, como principio fundamental el hecho de que el discapacitado es «un sujeto humano con pleno derecho», revestido de la «dignidad única, propia del ser humano». Sin embargo, esta noción de la dignidad eminente del ser humano viene de una antropología precisa: la antropología bíblica, del hombre «creado a imagen de Dios» (Gn 1,27), caído en el pecado, pero rescatado, salvado con la muerte y la resurrección de Jesucristo y llamado a caminar hacia su comunión con Dios, en Jesucristo, imagen perfecta del Padre. La clave de la dignidad del hombre no se halla en su autonomía ni en su razón ni en su capacidad de decisión ni en crear su propio universo; más bien, se encuentra en esta realidad: el hombre como persona humana, la única criatura que Dios quiso por sí misma (Gaudium et spes, 24); ha sido «plasmado por las manos de Dios», «el mismo Dios le infundió su aliento vital», según la hermosa imagen del libro del Génesis (cf. Gn 2,7); y, además, es «capaz de conocer y amar a su Creador» (Gaudium et spes, 12).

En una perspectiva de humanismo integral, que la fe logra percibir más a fondo, no se puede formular la hipótesis de que Dios se «equivocó» cuando creó a un niño discapacitado. Al contrario, se debe decir que Dios lo ama personalmente, y que este niño, así conformado a Cristo sufriente, es objeto de especial ternura por su parte.

Esta dignidad del discapacitado, así fundada en su naturaleza de persona humana querida por Dios, no queda disminuida por la gravedad de la discapacidad y no se halla condicionada por la dificultad que tiene para comunicar con los demás. No se puede renunciar a esta dignidad; no se puede perder esta dignidad; no se puede quitar a nadie esta dignidad, que sigue siendo la misma hasta los últimos momentos de la vida. El hombre tiene una vocación de trascendencia, que va más allá de la historia y del tiempo. Por esta razón, no se puede aceptar ningún intento de eliminar la vida de este ser «improductivo», por razones económicas o de simpatía hacia la familia de este niño gravemente discapacitado.

Sin embargo, hoy, se suele olvidar o rechazar esta visión. Nos hallamos en una especie de torre de Babel, en la que existe una gran confusión sobre lo que es la naturaleza humana y la verdad sobre el hombre. Se habla mucho de los derechos del hombre, pero, al mismo tiempo, se niegan estos derechos a los más débiles. La «religión» del «consenso» ha ocupado el lugar de la trascendencia bíblica. Afortunadamente, con respecto al niño discapacitado, hay también muchas familias que tienen cada vez mayor responsabilidad y capacidad de amor.
EL PAPEL DE LA FAMILIA

«La familia -dijo el Papa Juan Pablo II en su discurso, tan enriquecedor para nuestro Congreso- es el lugar por excelencia donde se recibe el don de la vida como tal y se reconoce la dignidad del niño con expresiones de particular cariño y ternura» (1).

La familia como fuente de amor y solidaridad

Gracias a la unión estable y fiel de los esposos, a su entrega recíproca, plena e irreversible, la familia constituye el mejor ambiente para el desarrollo personal del hijo, especialmente cuando es más frágil, más limitado en sus capacidades y, por tanto, más necesitado de cuidado, de atención, de ternura y de comunicación, no sólo verbal, con su ambiente inmediato.

Es importante subrayar que el niño discapacitado no debe constituir un «peso» para sus padres o para sus hermanos y hermanas. Cuando este niño es acogido como hijo o hermano, dentro de su familia, el mismo amor hace que las dificultades resulten ligeras, soportables e incluso fuente de esperanza y de alegría espiritual.

La familia como educadora del discapacitado

La responsabilidad de la educación de todos los hijos, incluidos los discapacitados, corresponde a la familia.

La constitución de la familia no es sólo un hecho biológico o sociológico. La Revelación nos muestra que en la familia se inscribe la genealogía de la persona en cuanto imagen, reflejo de Dios. Por esto, si la familia nace del amor de Dios, también debe permanecer en este amor, y esta es la característica fundamental, la base en la que se apoya todo el entramado familiar.

Por esta razón, se puede decir que el compromiso principal de los cónyuges en esta labor de educación del hijo discapacitado consiste en mantener vivo el amor en su vida conyugal y en inculcarlo a todos sus hijos. El niño, en su familia, debe sentirse amado, buscado, valorado por sí mismo, en su realidad irrepetible.

Así pues, es preciso aprovechar todo el enorme «capital humano» de la familia, al que la sociedad debe contribuir.

Los padres deben procurar que la vida en familia sea gratificante para todos sus miembros, mediante su ejemplo, su alegría, su afabilidad. Deben comportarse en familia de modo que las cualidades y los defectos de cada uno de sus miembros sean conocidos y aceptados por todos los demás.

La comunicación entre los cónyuges es fundamental para sus hijos. Estos aprenden y viven en su dimensión personal, participando en la comunicación entre sus padres, y comunicándose entre sí con una naturalidad que deriva de la misma naturalidad de la relación filial.

La familia da sentido de seguridad al hijo, le enseña las nociones del bien y del mal, le presenta el valor de su existencia en el mundo, le comunica la alegría que deriva del amor dado y recibido. Corresponde también a la familia enseñar al hijo el significado del dolor, del sufrimiento, de las limitaciones físicas y de la pobreza. Este es el «código» antropológico de la familia. Por consiguiente, la familia no puede renunciar a esta responsabilidad y no debe permitir que otras instituciones -educadores, administradores, agentes sanitarios y sociales- la asuman en la educación del hijo discapacitado.

Actitudes negativas y positivas

«Compete, ante todo, a la familia, superado el primer momento de desconcierto ante la llegada de un hijo discapacitado, comprender que el valor de la existencia trasciende el de la eficiencia» (2). Por consiguiente, la familia no debe caer en la trampa de buscar a toda costa tratamientos o cuidados extraordinarios, pues corre el peligro de quedar defraudada, desilusionada, cerrada en sí misma, si no se logran los resultados de curación o recuperación esperados.

Hay varias actitudes que los padres deben evitar para un mejor desarrollo de su hijo discapacitado. Hemos dialogado sobre algunas:

- La primera actitud negativa es el rechazo, la negación de la realidad. Este rechazo nunca es totalmente abierto, pero se vislumbra a través de las explicaciones que los padres tratan de dar a su mala suerte. En efecto, de forma inconsciente, se sienten culpables del resultado y tratan de echar la culpa a otros.

- Otro comportamiento negativo es el temor: se refiere a un peligro imaginario y pone de manifiesto la incapacidad de una persona de afrontar la realidad. Este temor va acompañado de una incapacidad para tomar decisiones, para adaptarse a la nueva situación, para buscar los medios necesarios a fin de resolver las dificultades.

- Menos conocida, pero no menos negativa, es la actitud de superprotección del hijo discapacitado. A primera vista, esta actitud muestra una loable solicitud y dedicación a ese hijo. Pero los padres, al hacerlo todo en vez del hijo, le impiden cualquier grado de autonomía.

- Por último, la actitud de resignación es también negativa, porque impide a los padres asumir una actitud positiva, activa, hacia el hijo discapacitado, y por consiguiente entorpece el desarrollo del niño hacia la autonomía.

Cuando los padres aceptan la realidad de la discapacidad de su hijo empiezan a tener la posibilidad de ser felices en su prueba. Cuando los padres se muestran alegres a pesar de las dificultades de su situación, pueden hacer feliz a su hijo, cualquiera que sea su discapacidad.

Fuente : La familia y la integración social de los niños discapacitados.
(Consejo Pontificio para la Familia y otros, Ciudad del Vaticano, 2-4 de diciembre de 1999)

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