V Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles.
R Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V Señor, envía tu Espíritu, y todo será creado
R Y renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios, que iluminaste los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
La Biblia: Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene
Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados
según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los
predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él, el pri-
mogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos tam-
bién los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó.
(Romanos 8, 28-30)
San Luis María: Así como en el orden natural, todo niño debe tener un
padre y una madre, del mismo modo, en el orden de la gracia, todo ver-
dadero hijo de la iglesia debe tener a Dios por Padre y a María por Madre.
Y quien se jacte de tener a Dios por Padre, pero no demuestre para con
María la ternura y el cariño de un verdadero hijo, no será más que un im-
postor, cuyo padre es el demonio. María ha formado a Jesucristo, Cabeza
de los predestinados. Ella debe, por tanto, formar también a los miembros
de esta Cabeza que son los verdaderos cristianos, que una madre no da a
luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza. Por consi-
guiente, quien quiera ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de ver-
dad (Jn 1, 14), debe dejarse formar en María por la gracia de Jesucristo.
María está llena de la gracia de Jesucristo para comunicarla en plenitud a
los miembros verdaderos de Jesucristo, que son también hijos de María.
(Secreto de María # 11-12)
Pregunta: Cristo comparte con nosotros aún a su Madre para ser nuestra
Madre también. Para ti, ¿qué significa tener a María por Madre tuya?
Oh Jesús, que vives en María
ven a vivir en nosotros, tus siervos,
con tu Espíritu de santidad,
con la plenitud de tus dones,
con la perfección de tus caminos,
con la realidad de tus virtudes,
con la comunión de tus misterios.
Domina en nosotros sobre todo poder enemigo,
por tu Espíritu Santo, para gloria del Padre.
Amén.
Dios te salve, María
Hija amabilísima del Eterno Padre,
Madre admirable del Hijo,
Esposa fidelísima del Espíritu Santo,
Templo augusto de la Santísima Trinidad.
Dios te salve, Princesa soberana,
A quien todo está sometida en el Cielo y en la tierra.
Dios te salve, Refugio seguro de los pecadores,
Nuestra Señora de la Misericordia, que a nadie has rechazado jamás.
Por más pecador que yo sea, me postro en tu presencia,
suplicándote me alcances de Jesús, tu Hijo querido,
la contrición y el perdón de todos mis pecados,
junto con la divina Sabiduría.
Me consagro a ti del todo y con todo lo que tengo.
Te elijo desde hoy por mi Madre y Señora.
Trátame, pues, como el último de tus hijos
y el más sumiso de tus servidores.
Escucha, Princesa mía, escucha los suspiros
de un corazón que desea amarte y servirte con fidelidad.
Que no se diga que, de todos los que a ti han recurrido,
soy el primero que ha sido abandonado.
¡Oh esperanza mía, oh vida mía,
oh mi fiel e inmaculada Virgen María!
Escúchame, defiéndeme, aliméntame,
instrúyeme y sálvame.
Amén.
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