PLEGARIA DEL PAPA JUAN PABLO II
CON EL TRASFONDO DEL AVE MARÍA
CON EL TRASFONDO DEL AVE MARÍA
¡Dios
te salve, María!
Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia. El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre!
¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio:
Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios
y la has cumplido.
Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia. El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre!
¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio:
Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios
y la has cumplido.
¡Tú eres la llena de gracia!
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos, Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas
de toda la humanidad.
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos, Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas
de toda la humanidad.
¡El Señor está contigo!
Tú eres la Virgen de la Anunciación,
el Sí de la humanidad entera
el misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y
el Arca de la nueva Alianza
en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén,
la que lo mostraste a los sencillos pastores
y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo,
lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús,
de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y
Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús
en la espera y en el gozo de Pentecostés.
Tú eres la Virgen de la Anunciación,
el Sí de la humanidad entera
el misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y
el Arca de la nueva Alianza
en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén,
la que lo mostraste a los sencillos pastores
y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo,
lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús,
de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y
Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús
en la espera y en el gozo de Pentecostés.
Bendita...
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda
de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Caná,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu maternal protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda
de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Caná,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu maternal protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.
¡Santa María, Madre de Dios!
Queremos consagrarnos a ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a ti.
Porque has querido ser Madre de la Iglesia.
Nos consagramos a ti:
Los obispos, que a imitación del Buen Pastor
velan por el pueblo que les ha sido encomendado.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas,, que ofrendan su vida
por el Reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad
de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados,
los perseguidos, los huérfanos,
los desesperados, los moribundos.
¡Ruega por nosotros pecadores!
Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio
nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia,
para que sea fiel en la pureza de la fe,
en la firmeza de la esperanza,
en el fuego de la caridad,
en la disponibilidad apostólica y misionera,
en el compromiso por promover la justicia
y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia se mantenga
siempre en perfecta comunión de fe y de amor,
unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos
de obediencia y de caridad.
Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización,
la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres
y la formación cristiana de los jóvenes,
el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas,
la generosidad de los que se consagran a la misión,
la unidad y la santidad de todas las familias.
Queremos consagrarnos a ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a ti.
Porque has querido ser Madre de la Iglesia.
Nos consagramos a ti:
Los obispos, que a imitación del Buen Pastor
velan por el pueblo que les ha sido encomendado.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas,, que ofrendan su vida
por el Reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad
de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados,
los perseguidos, los huérfanos,
los desesperados, los moribundos.
¡Ruega por nosotros pecadores!
Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio
nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia,
para que sea fiel en la pureza de la fe,
en la firmeza de la esperanza,
en el fuego de la caridad,
en la disponibilidad apostólica y misionera,
en el compromiso por promover la justicia
y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia se mantenga
siempre en perfecta comunión de fe y de amor,
unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos
de obediencia y de caridad.
Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización,
la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres
y la formación cristiana de los jóvenes,
el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas,
la generosidad de los que se consagran a la misión,
la unidad y la santidad de todas las familias.
¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
¡Virgen, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora.
Concédenos el don inestimable de la paz,
la superación de todos los odios y rencores,
la reconciliación de todos los hermanos.
Que cese la violencia y la guerra.
Que progrese y se consolide el diálogo
y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.
Te lo pedimos a ti, a quien invocamos como Reina de la Paz.
¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia
y de la violencia, a los que han muerto en las catástrofes naturales,
a los que en la hora de la muerte acuden a ti como Madre.
Sé para todos nosotros Puerta del cielo,
vida, dulzura y esperanza,
para que, juntos, podamos contigo glorificar
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. ¡Amén!
¡Virgen, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora.
Concédenos el don inestimable de la paz,
la superación de todos los odios y rencores,
la reconciliación de todos los hermanos.
Que cese la violencia y la guerra.
Que progrese y se consolide el diálogo
y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.
Te lo pedimos a ti, a quien invocamos como Reina de la Paz.
¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia
y de la violencia, a los que han muerto en las catástrofes naturales,
a los que en la hora de la muerte acuden a ti como Madre.
Sé para todos nosotros Puerta del cielo,
vida, dulzura y esperanza,
para que, juntos, podamos contigo glorificar
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. ¡Amén!
Tomada del libro “Celebraciones y Plegarias Marianas” de Andrés Pardo,
editado por Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1997, a través de http://www.congregacionesmarianas.org
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