jueves, 28 de febrero de 2013

28 de febrero, San Torcuato y los 7 Varones Apostólicos (Año 47)

San Torcuato y los 7 Varones Apostólicos (Año 47)Patrono principal de Guadix y de la Diócesis. 

Según la tradición hispánica, que recogen los calendarios mozárabes, siete discípulos del Apóstol Santiago: Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio, fueron enviados por san Pedro y san Pablo a evangelizar España. 

Las muchas tradiciones en torno a la cristianización de nuestro país atribuyen a éstos, conocidos como los siete varones apostólicos, hechos históricos que otros atribuyen a Santiago; la imprecisión se debe a la falta de fuentes documentales. No está claro si eran romanos, griegos o indígenas; tampoco la ubicación de las siete iglesias que fundaron, y de las que fueron obispos (la única que parece segura es Iliberis, Elvira, sede del famoso Concilio, cuyo primer obispo, según el Códice Emiliano, fue Cecilio). No obstante, parece probada la existencia de un texto original del siglo V, que sirvió de base al Martiriologio de Lyon (año 806), al relato de Rodrigo Cerrato (siglo XIII) y a la liturgia mozárabe, donde se recogían los primeros recuerdos de la Iglesia en España. 

Según la más depurada tradición hispánica, corroborada por varios documentos, los restos de san Torcuato y san Eufrasio descansan en Galicia; el primero estuvo mucho tiempo en la iglesia visigótica de Santa Comba de Baños, de Bande, y actualmente están en la iglesia de Celanova (Orense); los de san Eufrasio descansan en Santa María de Mao, en la diócesis de Lugo. 

El Papa Juan Pablo II en su primer viaje a España del año 1982 pronunció las siguientes palabras refiriéndose a nuestra nación: “...fue conquistada para la fe por el afán misionero de los Siete Varones Apostólicos”. 

Breve historia del Santuario de San Torcuato en Gaudix (Granada - España) 

La Ermita-Sepulcro de San Torcuato de Face Retama, fue erigida en Santuario Diocesano en honor del Patrón San Torcuato, fundador de esta Iglesia local, por Decreto del Sr. Obispo de la Diócesis, Don Juan García-Santacruz Ortiz, es el lugar sagrado donde, según la tradición, fue martirizado el primer obispo de Europa (s. I d.c.) y patrón de la ciudad de Guadix y estuvieron enterrados sus restos. 
Estos restos, fueron trasladados en el siglo X a Celanova, Galicia, difundiéndose su veneración por el Norte Peninsular. 

La catedral de Guadix conserva un total de tres reliquias de San Torcuato: El santo brazo que bendice a los accitanos cada 15 de mayo, la mandíbula que se trajo para la iglesia de San Torcuato (Hospital) y una tercera -y poco conocida por no encontrarse expuesta a la veneración de los fieles- llamada del calcáneo. La Puerta de Baçamarín pasó a llamarse de San Torcuato a partir del año 1593 con motivo de la entrada solemne de las reliquias del Santo traídas del Monasterio de San Rosendo de Celanova (Orense) y en su interior alberga un pequeño oratorio. 

La fachada está dedicada a San Torcuato y fue trazada por el arquitecto Gaspar Cayón.

27 de febrero, San Gabriel de la Dolorosa


"Lo que más me ayuda a vivir con el alma en paz es pensar en la presencia de Dios, el recordar que los ojos de Dios siempre me están mirando y sus oídos me están oyendo a toda hora
y que el Señor pagará todo lo que se hace por él,
aunque sea regalar a otro un vaso de agua".
San Gabriel de la Dolorosa.

Última Audiencia Benedicto XVI


“Queridos amigos, Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, sobre todo en los momentos difíciles, jamás perdamos esta visión de fe que es la única verdadera visión del camino de la Iglesia y del mundo, que en nuestro corazón en el corazón de cada uno de nosotros esté la alegre certeza de que el Señor está junto a nosotros que no nos abandona, que esta muy cerca y nos envuelve con su Amor, Gracias”.
Parte de última audiencia de S.S Benedicto XVI




martes, 26 de febrero de 2013

RENOVACIÓN DE LA MENTE.



No sólo necesitamos hacer un compromiso total, pero parte de tener una vida cristiana victoriosa requiere que tomemos un paso más adelante y seamos transformados a través de la renovación de nuestras mentes. No podemos pensar como el mundo, si no deseamos los resultados del mundo. Como leímos en Filipenses 4:8, podemos escoger lo que pensamos, todo lo amable, justo, de buen nombre, en esto pensemos. Lo que ellos hacían en el antiguo testamento era tomar la Palabra del Dios y ponerla en los marcos de las puertas y en sus ropas, estaba constantemente en frente de ellos. Dios les mandó a que hablaran de su palabra de día y de noche y que debían observar sus mandatos. Y también tenían que contar todas estas cosas a sus hijos. Lo que pensamos es muy importante. Es muy importante que guardemos la palabra del Dios delante de nosotros en todo momento, para realmente tener una vida en victoria. Lo contrario de pensar en lo que es amable, justo, y de buen nombre, es no pensar en las cosas de Dios, y en las cosas del Espiritu. Romanos 8:6 dice, “El ocuparse de la carne es muerte” pero la siguiente parte de ese verso dice, “Pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”.
Hay vida, y hay paz al pensar en las cosas del Espiritu de Dios. Pero si comenzamos a pensar en adulterio, cosas del mundo, dinero, avaricia, entonces luego, ¿Sabe usted lo que sucedería en nuestras vidas? Como un hombre piensa en su corazón, asi es él. Comenzaremos a actuar en esas cosas. Comenzaremos a jugar con esas cosas hasta que se cumplan en nuestras vidas, y destruiremos nuestras vidas. Vea usted, la verdadera guerra espiritual para el creyente no es realmente resistir o refutar al diablo en todo momento, aunque hay momentos en que necesitamos hacer eso. Pero la GUERRA ESPIRITUAL tiene que ver con lo que estamos pensando y en qué estamos meditando.

25 de Febrero Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje





"¡Queridos hijos! También hoy los invito a la oración. El pecado los atrae hacia las cosas terrenales, yo, por el contrario, he venido a guiarlos hacia la santidad y hacia las cosas de Dios; sin embargo, ustedes se resisten y desperdician sus energías en la lucha entre el bien y el mal que están dentro de ustedes. Por eso hijitos, oren, oren, oren hasta que la oración se convierta para ustedes en alegría, así su vida se convertirá en un simple camino hacia Dios. Gracias por haber respondido a mi llamado."

Justicia injusta o cobardía atrevida.

Foto: Justicia injusta o cobardía atrevida.

No olvidemos que también nosotros seremos juzgados un día por Cristo
 
Hace tiempo me dejó consternado una noticia increíble. En cierto lugar de los estados Unidos de América, una joven reveló a las autoridades ser la autora de un homicidio por el que ya habían juzgado y condenado a su hermano. Éste se había entregado y declarado culpable (siendo inocente) para encubrir y proteger a su hermana. Lo increíble del caso es que los representantes de la justicia estaban empeñados en sostener que la sentencia dictada era inapelable por más que el veredicto haya recaído sobre un inocente. ¡Qué injusta es a veces la “justicia”!

Basta pasear la mirada por la historia con ojo más o menos despierto para percatarse de que, a lo largo de los siglos, los hombres han cometido, en nombre de la “justicia”, no pocas injusticias. Desgraciadamente, ostentando la “equidad”, se ha condenado a inocentes e indultado a culpables. Y, en aras del “derecho”, se ha llegado a menospreciar a gente de bien y a honrar a auténticos malhechores.

He estado repasando en estos días las actas de un antiguo proceso, que, por cierto, también concluyó con un injusto veredicto de condena. Es un caso ya milenario, pero, curiosamente, por más centurias que le han llovido encima, no deja de resultar muy actual.

El juicio al que me refiero tuvo lugar un día de madrugada. (¿Qué prisa tendría la chusma aquella por condenar a aquel preso?). Llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, a un cierto Jesús de Nazaret. El intendente romano sometió personalmente al reo a varios interrogatorios, de los que sacó más o menos en claro varias cosas: que ese Jesús era Rey, pero su Reino no era de este mundo; que el poder que tenía sobre aquel nazareno le había sido dado de arriba; que su pecado era menor que el de los que le habían entregado en sus manos; y sobre todo, que no encontraba ningún delito en él que mereciera la muerte.

¡Admirable, esto último! Pilato no halló de qué condenar a muerte al imputado. Nada de lo que se le acusaba merecía, a sus ojos y entendimiento, semejante castigo. Esto consta sobradamente por los documentos históricos. El procurador mandó azotar a Jesús como reprimenda, estimándolo castigo suficiente y proporcionado. Incluso, dado que por Pascua solía liberar a un preso, pensó que la muchedumbre escogería a Jesús y no a Barrabás, un verdadero asesino. Pero fue al revés. En fin, Pilato buscaba soltar al inocente galileo; y hasta ese momento, se podría decir que dio muestras de buen juicio y razonable justicia.

Pero ¿por qué ocurrió después lo que sucedió ? ¿Qué fue lo que cegó sus ojos y ofuscó su entendimiento para entregar a Cristo a un suplicio que no merecía? Las actas son claras al respecto. El querer seguir siendo considerado como el amigo del César fue lo que obcecó la visión de Pilato. El pretender complacer a la gente fue lo que ofuscó su mente y su corazón. Prefirió el aplauso de hombres, el quedar bien ante ellos, que el hacer justicia a un inocente, como le dictaba su razón. Quiso verse reconocido como amigo del César, aun a costa de enemistarse con Dios. Atendió más a los gritos irracionales de la turba que a los reclamos insistentes de su conciencia. E, ilusamente, consideró que lavándose las manos, todo estaba arreglado. ¡Qué infantil!

Bueno, y ¿qué tiene todo esto de actual? Pues, a decir verdad, mucho. Porque resulta que a Cristo lo seguimos hoy condenando a muerte injustamente montones de veces. Los modernos del siglo XX continuamos con frecuencia haciendo atrevidamente el Pilato. 

Hoy mandamos a Cristo a la cruz cada vez que por miedo a quedar mal ante los “amigos”, ocultamos puerilmente el carnet de cristianos y actuamos como paganos. Hoy emulamos al gobernador romano siempre que elegimos ser tenidos por amigos de la moda, del dinero, del placer (poderosos Césares actuales), convirtiéndonos así en enemigos de Dios. Nos lavamos las manos enlodando nuestra conciencia cuando declinamos cobardemente en otros la responsabilidad de nuestros desmanes y desatinos.

Estimado lector, creo que nos conviene más practicar la verdadera justicia ante Dios y ante los hombres. Es preferible liberar con valor a Jesús en esa conciencia nuestra que nos invita al bien a despecho del mal.

No olvidemos que también nosotros seremos juzgados un día por Cristo. Y aquel día nos vendrá muy bien haber sido sus amigos y haber quedado bien ante Él, aunque en contra quizá de los demás.

Autor: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma



No olvidemos que también nosotros seremos juzgados un día por Cristo

Hace tiempo me dejó consternado una noticia increíble. En cierto lugar de los estados Unidos de América, una joven reveló a las autoridades ser la autora de un homicidio por el que ya habían juzgado y condenado a su hermano. Éste se había entregado y declarado culpable (siendo inocente) para encubrir y proteger a su hermana. Lo increíble del caso es que los representantes de la justicia estaban empeñados en sostener que la sentencia dictada era inapelable por más que el veredicto haya recaído sobre un inocente. ¡Qué injusta es a veces la “justicia”!

Basta pasear la mirada por la historia con ojo más o menos despierto para percatarse de que, a lo largo de los siglos, los hombres han cometido, en nombre de la “justicia”, no pocas injusticias. Desgraciadamente, ostentando la “equidad”, se ha condenado a inocentes e indultado a culpables. Y, en aras del “derecho”, se ha llegado a menospreciar a gente de bien y a honrar a auténticos malhechores.

He estado repasando en estos días las actas de un antiguo proceso, que, por cierto, también concluyó con un injusto veredicto de condena. Es un caso ya milenario, pero, curiosamente, por más centurias que le han llovido encima, no deja de resultar muy actual.

El juicio al que me refiero tuvo lugar un día de madrugada. (¿Qué prisa tendría la chusma aquella por condenar a aquel preso?). Llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, a un cierto Jesús de Nazaret. El intendente romano sometió personalmente al reo a varios interrogatorios, de los que sacó más o menos en claro varias cosas: que ese Jesús era Rey, pero su Reino no era de este mundo; que el poder que tenía sobre aquel nazareno le había sido dado de arriba; que su pecado era menor que el de los que le habían entregado en sus manos; y sobre todo, que no encontraba ningún delito en él que mereciera la muerte.

¡Admirable, esto último! Pilato no halló de qué condenar a muerte al imputado. Nada de lo que se le acusaba merecía, a sus ojos y entendimiento, semejante castigo. Esto consta sobradamente por los documentos históricos. El procurador mandó azotar a Jesús como reprimenda, estimándolo castigo suficiente y proporcionado. Incluso, dado que por Pascua solía liberar a un preso, pensó que la muchedumbre escogería a Jesús y no a Barrabás, un verdadero asesino. Pero fue al revés. En fin, Pilato buscaba soltar al inocente galileo; y hasta ese momento, se podría decir que dio muestras de buen juicio y razonable justicia.

Pero ¿por qué ocurrió después lo que sucedió ? ¿Qué fue lo que cegó sus ojos y ofuscó su entendimiento para entregar a Cristo a un suplicio que no merecía? Las actas son claras al respecto. El querer seguir siendo considerado como el amigo del César fue lo que obcecó la visión de Pilato. El pretender complacer a la gente fue lo que ofuscó su mente y su corazón. Prefirió el aplauso de hombres, el quedar bien ante ellos, que el hacer justicia a un inocente, como le dictaba su razón. Quiso verse reconocido como amigo del César, aun a costa de enemistarse con Dios. Atendió más a los gritos irracionales de la turba que a los reclamos insistentes de su conciencia. E, ilusamente, consideró que lavándose las manos, todo estaba arreglado. ¡Qué infantil!

Bueno, y ¿qué tiene todo esto de actual? Pues, a decir verdad, mucho. Porque resulta que a Cristo lo seguimos hoy condenando a muerte injustamente montones de veces. Los modernos del siglo XX continuamos con frecuencia haciendo atrevidamente el Pilato.

Hoy mandamos a Cristo a la cruz cada vez que por miedo a quedar mal ante los “amigos”, ocultamos puerilmente el carnet de cristianos y actuamos como paganos. Hoy emulamos al gobernador romano siempre que elegimos ser tenidos por amigos de la moda, del dinero, del placer (poderosos Césares actuales), convirtiéndonos así en enemigos de Dios. Nos lavamos las manos enlodando nuestra conciencia cuando declinamos cobardemente en otros la responsabilidad de nuestros desmanes y desatinos.

Estimado lector, creo que nos conviene más practicar la verdadera justicia ante Dios y ante los hombres. Es preferible liberar con valor a Jesús en esa conciencia nuestra que nos invita al bien a despecho del mal.

No olvidemos que también nosotros seremos juzgados un día por Cristo. Y aquel día nos vendrá muy bien haber sido sus amigos y haber quedado bien ante Él, aunque en contra quizá de los demás.

Autor: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma

La armadura del cristiano



Y ahora, hermanos, háganse fuertes en unión con el Señor por medio de su fuerza poderosa. Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra la gente de carne y hueso, sino en contra de malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo oscuro. (Efesios 6, 10-12).

¿Por qué dijo San Pablo que la vida espiritual es una batalla?

Tomando la figura de la armadura de Dios. San Pablo puso al alcance de los efesios la fórmula necesaria para mantenernos firmes y les rogó que usaran esta armadura para defenderse de Satanás.

Esta armada que nos habla San Pablo también nos sirve a nosotros en el tiempo que estamos, es urgente usar para defendernos no de los humanos, sino de la guerra que se vive en lo espiritual, en donde somos bombardeados constantemente.

San Pablo nos aconseja:


“La justicia y la verdad” como cinturón (Isaías 11, 5)
“La rectitud” como una “coraza” (59, 17);
“Noticias de paz” para calzar los pies.
“Casco de la salvación” para cubrirse la cabeza
“Y finalmente, que tomaran “la espada del Espíritu", que es la Palabra de Dios.

De estos cinco armamentos de guerra, cuatro son de protección y uno solo –la espada del Espíritu- es de ataque. San Pablo entendió que el carácter cristiano correcto está cimentado en la verdad, la honradez y la integridad como la primera línea de defensa contra las tentaciones de Satanás. La segunda línea de defensa es nuestra experiencia de la gracia y la paz con Dios que actúa en la vida del creyente. Y la última línea de defensa es la capacidad de esgrimir la Palabra de Dios como una espada de doblo filo, para descortezar nuestras convicciones acerca de Cristo y poner al descubierto las acusaciones y engaños que Satanás usa para tratar de embotar la mente del cristiano y hacerlo caer en tentación. Y la defensa que tenemos más poderosa es la Eucaristía, en donde recuperamos las fuerzas en la batalla y nos hace más fuerte para enfrentar las tentaciones. No olvidemos esta última porque tiene un gran poder a favor nuestro.

¿Cuáles de los armamentos estamos usando en la batalla?

No podemos olvidar que para mantenernos firmes en esta guerra depende de la firmeza de nuestra fe y confianza que pongamos en la gracia y en el poder del Espíritu Santo, porque el esfuerzo humano no es capaz de triunfar.


Autor: Omar Jimenez Castro | Fuente: mensajespanyvida

Confesión.



Papá y mamá están ocupados trabajando en el jardín y ruegan a la pequeña Sofía, su hija, que ponga la mesa. Sofía, que está viendo su programa favorito de televisión, dice que sí, pero continúa ante el televisor, de tal forma que cuando sus padres entran en casa, la mesa no está puesta. Aquello desagrada a los padres, pero no les ofende, porque en la desobediencia de Sofía ha habido poco interés, descuido, poca malicia, ir a lo suyo en algo pequeño.

Una noche, sin embargo, Vanesa, la hija mayor, ya en la puerta, se enfrenta a sus padres y les dice: "¡Ya estoy harta de que me digáis a qué hora tengo que regresar. Volveré cuando me apetezca, os guste o no!". Y, dando un portazo, desaparece. En este caso, está claro que hay mayor malicia, una desobediencia buscada y querida, que lleva consigo desprecio a los padres y rechazo de su autoridad. Entre la desobediencia de Sofía y la de Vanesa, hay una diferencia. Pues bien, tal es la diferencia que existe, desde el punto de vista de Dios, entre el pecado mortal y el pecado venial; una diferencia inconmensurable. El pecado mortal mata la presencia de Dios en mí; rompe y destruye mi relación con Dios: le doy un portazo y desaparezco.

Señor, te pido que me ayudes a darme cada vez más cuenta de que mis pecados, son actos míos que te duelen a ti, momentos en los que paso de ti, elijo lo que a mí me viene bien, dejándote a ti o a otros de lado; y por lo tanto mis pecados te duelen. Dame dolor de mis pecados, dolor de amor.

¿Esperas más de un día para confesarte si has cometido algún pecado mortal? ¿ Te duelen de verdad los pecados veniales? ¡Madre mía, antes morir que pecar!

Continúa hablándole a Dios con tus palabras

26 de febrero, San Leandro de Sevilla, Obispo



Martirologio Romano: En Sevilla, en Hispania, san Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro, Fulgencio y Florentina, que con su predicación y diligencia convirtió, contando con la ayuda de su rey Recaredo, a los visigodos de la herejía arriana a la fe católica (c. 600).

¿Qué secreto poseía aquella familia de Cartagena que supo poner en los altares a sus tres hijos? Porque no hay duda de la influencia de los padres en la vida de sus hijos tanto para bien como para mal. Eso no quiere decir que los hijos que han nacido en buena y cristiana familia tengan una póliza de seguro que les garantice la fidelidad a los principios que mamaron ni tampoco que quienes conocieron a unos padres mediocres estén condenados irreparablemente a la desgracia moral. No. Pero, hechas las salvedades y sabiendo que el uso de la libertad es privado y personal, no cabe duda -es testigo la historia- de la impronta que deja en los retoños el estilo de quienes los engendraron y educaron. En este caso, Leandro tuvo otros dos hermanos que están como él en los altares, Isidoro que le sucedió en el arzobispado de Sevilla, y santa Florentina.

Su nacimiento fue en torno al 535. La familia emigra a Sevilla y, cuando tiene la edad, Leandro entra el un monasterio. Es nombrado metropolitano de Sevilla. Funda una escuela de artes y ciencia que la concibe como instrumento para difundir la doctrina ortodoxa en medio de una España que está inficcionada de arrianismo, particularmente en la corte visigoda. Dos hijos del rey arriano Leovigildo están formándose en su escuela, Hermenegildo y Recaredo.

Leovigildo asienta en Toledo la capital del reino visigodo. Su hijo Hermenegildo será su igual en la Bética y residirá en Sevilla; por su ciencia, bondad y celo Hermenegildo se convierte a la fe nicena con el ejemplo y apoyo de su esposa Igunda. Pero en Toledo hay reales aires de grandeza; el rey piensa que el principio de unidad y estabilidad está en la religión arriana; se enciende la persecución contra la fe católica con fuego y espada, incluidos los territorios de la Bética, en la que su propio hijo Hermenegildo morirá mártir.

Leandro ha sido obligado a abandonar su Iglesia y su patria. Aprovecha el destierro para pedir ayuda al emperador de Bizancio. En Constantinopla se encuentra con Gregorio, que ha sido enviado por el papa Pelagio -lo sucederá luego en la Sede romana- con quien traba una gran amistad; le anima a poner por escrito los libros Morales -comentario al libro de Job- que influirán de un modo decisivo en la ascética de todo el Medievo.

Vuelve a Sevilla su Arzobispo al disminuir la tensión del rey Leovigildo y lo verá morir. Leandro, en el 589, convoca el III Concilio de Toledo donde Recaredo, que ha sucedido a su padre en el trono, abjura de los errores arrianos y hace profesión de fe católica lográndose la unidad del reino visigodo y la paz. Sobreviene como esperada consecuencia una renovación en la vida religiosa, un resurgir de las letras y una fresca ganancia en el terreno de las artes.

La conversión paulatina a la fe católica de los arrianos visigodos del reino es sincera y la deseada unidad ha encontrado el vínculo de cohesión en la unidad de la fe. Lo que intuyó el rey Leovigildo, pero con signo contrario; en esta ocasión, triunfó la verdad.

Ahora y hasta su muerte en el año 600, el sabio y santo Arzobispo deja de ser un hombre influyente en la política del reino. Le ocupa el alma el ansia de hacer el bien. Mucha oración, atención a las obligaciones pastorales, estudio de la Sagrada Escritura, penitencia por los pecados de su vida, y la carta que escribe a su hermana Florentina que llega a servir de pauta para la vida monástica femenina hasta el punto de ser llamada «la regla de San Alejandro» le llenaron su tiempo.

Sevilla tiene motivos para mostrar orgullo con un santo así ¿verdad? Hay quien afirma que los santos pertenecen a todos y posiblemente no les falte razón, pero ¿no podrán pertenecer a algunos un poco más?
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Fuente: Archidiócesis de Madrid

26 de febrero, San Néstor de Magido, Obispo y Mártir

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Martirologio Romano: En Perge, en Pamfilia, pasión de san Néstor, obispo de Magido y mártir, que en tiempo de la persecución bajo el emperador Decio fue condenado por el prefecto de la provincia a ser clavado en una cruz, para que sufriese la misma pena que el Crucificado a quien confesaba (c. 250).

Etimológicamente: Néstor = Aquel que es recordado, es de origen griego.
Polio, gobernador de Panfilia y Frigia durante el reinado de Decio, trató de ganarse el favor del emperador, aplicando cruelmente su edito de persecución contra los cristianos. Néstor, obispo de Magido, gozaba de gran estima entre los cristianos y los paganos, y comprendió que era necesario buscar sitios de refugio para sus fieles. Rehusando a ser oculto, el Obispo esperó tranquilamente su hora de martirio, y cuando se encontraba en oración, oficiales de la justicia fueron en su búsqueda.

Luego de un extenso interrogatorio y amenazas de tortura, el Obispo fue enviado ante el gobernador, en Perga. El gobernador trató de convencer al santo –primero con halagos y luego con amenazas- de que renegara de la religión cristiana, pero Néstor se mantuvo firme en el Señor, siendo enviado al potro, donde el verdugo le desgarraba la piel de los costados con el garfio. Ante la firme negativa del santo de adorar a los paganos, el gobernador lo condenó a morir en la cruz, donde el santo todavía tuvo fuerzas para alentar y exhortar a los cristianos que le rodeaban. Su muerte fue un verdadero triunfo porque cuando el Obispo expiró sus últimas palabras, tanto cristianos como paganos se arrodillaron a orar y alabar a Jesús.
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Fuente: ACIprensa.com

Eres llamad@ a llevar la Palabra de Dios

Eres llamad@ a llevar la Palabra de Dios a corazones sedientos y a los rincones mas apartados de la tierra. El compromiso asumido, es desde la condición Hijo del Padre. Bendito aquel dispuesto a transmitir el mensaje divino, sin avergonzarse, y con el deseo de satisfacer la necesidad del espíritu. Al emprender el caminar, revela la pobreza interior y arrepentid@ de los males, entonces, la Palabra es, bálsamo de sanación. El poder del mensaje socorre y ablanda el corazón, ademas, cubre el desierto con obras de sabiduría y amor. Al conocer la Palabra, presentado al Padre como Hijo renovado, recibe la intercesión lleno de bondad. La voluntad divina, será posada en el espíritu, su obra es riqueza de salvación para todos los hombres. La Palabra es vida, sana aquellos entregados en cuerpo y espíritu que buscan abastecerse de amor y servido de su fortaleza. La Palabra de Dios aceptada humildemente, bendice y protege con infinita misericordia una vida en plenitud. Decidamosnos a conocer, que es vida en plenitud.

26 de marzo, Martes Santo Ludgero (Liudgero) de Münster, Santo Obispo



Martirologio Romano: En el monasterio de Werden, en Sajonia, tránsito de san Liudgero o Ludgero, obispo, que fue discípulo de Alcuino y predicó el Evangelio en Frisia, Dinamarca y Sajonia, estableciendo la sede de Münster y fundando varios monasterios, convertidos en centros para la propagación de la fe (809).
La historia de san Ludgero, primer obispo de Münster, nacido hacia el 745 en Suescnon, Frisia, está unida a un hecho nuevo en el mundo cristiano: en ese tiempo el cristianismo superó las fronteras del imperio romano, con la evangelización de la Germania transrenana. En esta obra misionera, que logró el máximo desarrollo con san Bonifacio, encontramos comprometido a san Ludgero, discípulo de san Gregorio y de Alcuino de York.

Después de la ordenación sacerdotal, que recibió en Colonia en 777, Ludgero se dedicó a la evangelización de la región pagana de Frisia, en donde san Bonifacio había sufrido el martirio.

Los métodos usados por el emperador Carlomagno para someter esta región y cristianizarla no estaban muy de acuerdo con el espíritu evangélico. En el 776, durante la primera expedición, el monarca impuso el bautismo a todos los soldados vencidos; pero con la revuelta de Widukindo hubo una apostasía general. Ludgero tuvo que huir y, después de haber pasado por Roma, llegó a Montecasino, en donde vistió el hábito monacal sin haber emitido todavía los votos.

La rebelión de Widukindo fue aplastada en el 784, y la represión fue brutal. El rechazo del bautismo y el incumplimiento del ayuno cuaresmal se castigaban con la muerte; pero este régimen de terror, contra el que se levantó el gran maestro Alcuino, hacía odioso al mismo cristianismo, que sin embargo, floreció maravillosamente, gracias a los auténticos predicadores del evangelio, como san Ludgero, a quien el mismo emperador fue a buscar a Montecasino para que regresara a la patria y se dedicara a predicar en Frisia. Poco después, para premiarlo por su celo, le ofreció el episcopado vacante de Tréveris, mas el santo lo rechazó. Pero sí aceptó su tarea de misionero y, entonces, tomó el puesto del abad Bernardo en el territorio de Sajonia.

En el año 795 Ludgero erigió allí un monasterio, alrededor del cual surgió la ciudad actual de Münster (en alemán Münster quiere decir monasterio). El territorio pertenecía a la jurisdicción eclesiástica de Colonia, pues Ludgero aceptó solamente en el 804 ser consagrado obispo de la nueva diócesis. Antes de esta fecha el infatigable misionero no tenía residencia fija.

Construyó iglesias y escuelas y fundó nuevas parroquias que confió a los sacerdotes que él mismo había formado. También se debe a él la fundación del monasterio benedictino de Werden en donde después fue sepultado. Murió el 26 de marzo del 809 e inmediatamente fue venerado como santo. Su tumba en Werden sigue siendo meta de peregrinaciones.

lunes, 25 de febrero de 2013

25 de febrero, Beata María Ludovica de Angelis, Religiosa Misionera


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Fecha de beatificación: 3 de octubre de 2004 por el Papa Juan Pablo II.

Nacida el 24 de octubre de 1880 en Italia (en San Gregorio, pueblito de los Abruzzos, no lejano de la ciudad de L´Aquila), Sor María Ludovica De Angelis, con su llegada, primera de ocho, había colmado de alegría a sus padres quienes en la misma tarde del día del nacimiento, en la fuente bautismal, habían elegido, para su primogénita, el nombre de Antonina.

Con el correr de los años, en contacto con la naturaleza y la dura vida del campo, la niña, crecida límpida, abierta, trabajadora y ricamente sensible, se había transformado en una joven fuerte y al mismo tiempo, delicada, activa y reservada, como toda la gente de aquella espléndida tierra.

El 7 de diciembre del mismo año del nacimiento de Antonina, fallecía en Savona una hermana, que había optado dar plenitud a la propia vida siguiendo las huellas de Aquel que dijo: «Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre... Todo cuanto hagan a uno solo de estos hermanos míos, a Mí lo hacen...», era Santa María Josefa Rossello la cual dio vida, en Savona, en 1837, al Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia: una Familia Religiosa que caminaba por los senderos del mundo, proponiendo con la fuerza del ejemplo el mismo ideal a muchas jóvenes.

Antonina sentía en su corazón que sus sueños encontraban eco en los sueños que habían sido los de la Madre Rossello.

Ingresó con las Hijas de la Misericordia el 14 de noviembre de 1904; en la Vestición Religiosa toma el nombre de Sor María Ludovica y tres años después de su ingreso, el 14 de noviembre de 1907, zarpa hacia Buenos Aires, donde arriba el 4 de diciembre sucesivo. Desde este momento se da en ella un florecer ininterrumpido de humildes gestos silenciosos en una entrega discreta y emprendedora.

Sor Ludovica no posee una gran cultura, al contrario. Sin embargo, es increíble cuánto logra realizar ante los ojos asombrados de quiénes la circundan. Y, si su castellano es simpáticamente italianizado, con algún toque pintoresco de "abruzzese", no le cuesta entender ni hacerse entender.

No formula programas ni estrategias, pero se dona con toda el alma.

El Hospital de Niños, al cual es enviada, y que inmediatamente adopta como familia suya, la ve, primero, solícita cocinera, luego, convertida en responsable de la Comunidad, infatigable ángel custodio de la obra que, en torno a ella, se transforma gradualmente en familia unida por un único fin: el bien de los niños.

Serena, activa, decidida, audaz en las iniciativas, fuerte en las pruebas y enfermedades, con la inseparable corona del Rosario entre las manos, la mirada y el corazón en Dios y la infaltable sonrisa en los ojos, Sor Ludovica llega a ser, sin saberlo ella misma, a través de su ilimitada bondad, incansable instrumento de misericordia, para que a todos llegue claro el mensaje del amor de Dios hacia cada uno de sus hijos.

Único programa expresamente formulado, es la frase recurrente: «Hacer el bien a todos, no importa a quién». Y se realizan así, con subvenciones que solo el cielo sabe cómo Sor M. Ludovica consigue obtener, salas de cirugía, salas para los pequeños yacentes, nuevas maquinarias, un edificio en Mar del Plata destinado a la convalecencia de los niños, una capilla hoy parroquia, y una floreciente chacra para que sus protegidos tuviesen siempre alimento genuino.

Durante 54 años Sor M. Ludovica será amiga y confidente, consejera y madre, guía y consuelo, de cientos y cientos de personas in City Bell de toda condición social.

El 25 de febrero de 1962 concluye su camino, pero quienes permanecen todo el personal médico en particular no olvidan, y el Hospital de Niños asume el nombre de «Hospital Superiora Ludovica».
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Fuente: Vatican.va

domingo, 24 de febrero de 2013

24 de febrero, San Matías, Apóstol y Mártir


https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5W6yqg0sugzhMkssrLvQRGeI5ZNKfitFncapuFsK2GM5O29evcH6es2CfJnoT60G7eyMel_1NR397jB-gx2wY5K3uZjCpozyMzZMn7bu78C0vdFq86WsuGmle8MdOxDTNVB0Zx_gbP58/s1600/24-San+Matias-apostol-24.jpg

San Matías es el apóstol póstumo de Jesús, que se incorpora al grupo después de la Ascensión del Señor. De varios apóstoles apenas sabemos más que el nombre.

De Matías sólo sabemos su nombre y su elección. Es el único apóstol no elegido por Jesús. San Matías el sustituto, podíamos decir. Después de la Ascensión de Jesús a los cielos, los apóstoles, dóciles a su mandato, descendieron del monte Olivete y se encerraron en el cenáculo.

Jesús les había dicho que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran allí la venida del Espíritu Santo. Con los apóstoles esperaban también algunas mujeres, y María la madre de Jesús. Estaban encerrados. Orar era la única actividad. Orar y esperar.

No tenían fuerzas para más, hasta que les llegara el aliento de lo alto. Sólo una iniciativa se tomó. Jesús había elegido doce apóstoles y les había dicho que, a su regreso glorioso, los doce se sentarían sobre doce tronos para regir las doce tribus de Israel.

Y ahora faltaba un hombre para un trono. Judas Iscariote había apostatado. Había que buscarle un sustituto. Nada más dicen los Hechos de Matías. Matías fue fiel a la elección. Algunos escritores antiguos nos lo presentan predicando en Jerusalén, en Judea, en las orillas del Nilo y en Etiopía, hasta sellar sus palabras con su sangre.

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Fuente: oremosjuntos.com

2º Domingo de Cuaresma Evangelio según San Lucas 9 28 36


“Mi Señor, que bien estamos en tu presencia
que quisiéramos permanecer siempre en tu Paz,
haz crecer en nosotros un Amor profundo hacia la oración,
para que sepamos encontrarnos contigo
y mirar cómo nos vas cambiando bajo tu Luz.
Que sepamos buscarte en la Eucaristía para recibirte
y vayas transfigurándote en nuestras almas,
para ir cambiando todo lo que nos aleja de ti,
que sepamos acatar el pedido de Dios Padre y
que el escucharte sea hacer carne en nuestras almas tus palabras.
Que aunque no te veamos sepamos reconocerte
como Nuestro Dios y Señor”
Amén.

sábado, 23 de febrero de 2013

23 de febrero, San Policarpio, Obispo y Mártir

 

 Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Policarpo de Esmirna, Santo - Obispo y Mártir
Martirologio Romano: Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo (c. 155).
San Policarpo, obispo de Esmirna, conoció de cerca al apóstol Juan y a los otros que habían visto al Señor", y fue "instruido por testigos oculares de la vida del Verbo". Por eso él se presenta a nosotros como el testigo de la vida apostólica y como el hombre de la tradición viva "siempre de acuerdo con las Escrituras". Los trozos citados pertenecen a una carta suya a los cristianos de Filipos en Macedonia, que le habían pedido alguna exhortación y la copia de eventuales cartas del santo obispo de Antioquía, Ignacio, del que él había sido amigo.

Policarpo era sobre todo un hombre de gobierno. No tenía la cualidad de escritor y pensador como San Ignacio, ni deseaba como él ser "triturado" por las fieras del circo para "llegar a Dios". Al contrario, se mantuvo escondido "a causa de la humilde desconfianza en sí mismo". Era anciano y sabía que no se podía confiar mucho en sus fuerzas. Pero cuando fue descubierto en un granero y reconducido a la ciudad, demostró la serena valentía de su fe.

Conocemos la conmovedora conclusión de su vida gracias a un documento fechado un año después del martirio de San Policarpo, que tuvo lugar el 23 de febrero del año 155. Es una carta de la "Iglesia de Dios peregrinante en Esmirna, a la Iglesia de Dios peregrinante en Filomelio y también a todas las parroquias de cualquier lugar de la Iglesia santa y católica". Es una narración muy importante bajo el aspecto histórico, hagiográfico y litúrgico. A1 procónsul Stazio Quadrato, que lo exhorta a renegar de Jesús, contesta moviendo la cabeza: "Desde hace 86 años lo sirvo y nunca me ha hecho ningún mal: ¿cómo podría blasfemar de mi Rey que me ha redimido?". "Te puedo hacer quemar vivo", insiste el procónsul. Y Policarpo: "EL fuego con que me amenazas quema por un momento, después pasa; yo en cambio temo el fuego eterno de la condenación".

Mientras en el anfiteatro de Esmirna se está quemando vivo, "no como una carne que se asa, sino como un pan que se cocina", el mártir eleva al Señor una estupenda oración, breve pero intensa: "Bendito seas siempre, oh Señor; que tu nombre adorable sea glorificado por todos los siglos, por Jesucristo pontífice eterno y omnipotente, y que se te rinda todo el honor con él y con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos". De improviso ese cuerpo quemado quedó reducido a cenizas. "A pesar de esto – escribe el autor de esa carta, que recomienda hacer leer a las otras Iglesias – nosotros recogimos uno que otro hueso, que conservamos como oro y piedras preciosas

ORACION PARA IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL BEATO JUAN PABLO II


Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II, la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase)

A Ti, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén
Padrenuestro,Avemaría,Gloria

Amado Señor:



Te agradezco por este nuevo día SÁBADO
Estoy bendecido/a porque eres un Dios que perdona
y un Dios que comprende. Haz hecho tanto por mí y te mantienes bendiciéndome.
Perdóname en este día por todo lo que he hecho, dicho o pensado y que no te haya agradado.
Por favor, mantenme seguro/a ante todos los daños y peligro y aléjame De toda ocasión de pecar.
Ayúdame a empezar este día con una nueva actitud plena de gratitud. Déjame hacer lo mejor de cada día para limpiar mi mente y así poder escucharte y albergar tu Santa Palabra dentro de mi corazón y siempre obrar conforme a ella.
Que pueda aceptar todas las cosas sobre las que no tengo control.
Permíteme ver el pecado a través de tus ojos ,
y cuando yo peco, permíteme arrepentirme, y confesar con mi boca mis malas acciones, y recibir tu perdón.

Y cuando este mundo se cierra contra mí, déjame recordar el ejemplo de Jesús, de escurrirse lejos y encontrar un lugar tranquilo en donde orar. Sé que cuando no puedo orar, Tú escuchas a mi corazón.
Continúa usándome para hacer Tu voluntad.
Continúa bendiciéndome para que yo pueda ser una bendición para otros.
Mantenme fuerte para que yo pueda ayudar al débil. Haz que pueda tener palabras de aliento para otros y también rezar por los que están perdidos y no pueden encontrar su camino. No pueden encontrarte por no entender que tu siempre estás a nuestro lado en todo tiempo y espacio y por eso no te conocen íntimamente… por no creer.

Cuida a cada miembro de nuestra gran familia católica.

Que la paz, el amor y el gozo reine en cada iglesia doméstica , y que puedan entender que no hay problema, circunstancia, o situación más grande que Dios.

viernes, 22 de febrero de 2013

Catolicidad: OREMOS POR LA IGLESIA EN ESTOS GRAVES MOMENTOS

Catolicidad: OREMOS POR LA IGLESIA EN ESTOS GRAVES MOMENTOS: Oración por la Iglesia Oh Espíritu Santo, Creador, Esposo de María, ten misericordia de la Iglesia Católica. Por tu Poder Celestial, h...

Confiar en el Señor,

Confiar en el Señor, la vida toma fortaleza y sirve de soporte a todo lo emprendido. Al acogernos a lo revelado, marchamos con seguridad sobre plataforma de roca firme, en la cual, apoyamos lo que deseamos conquistar. Nada podrá realizarse bien en la vida, sin la bendición divina. Ese poder que recae de forma misterioso y maravilloso, lleno de amor, pone en conocimiento, como el Señor actúa en generosidad cuando le damos espacio. El Señor cubre de promesas y hace honor a ellas. La buena voluntad, asegura su poder y amor. Quien acepta el poder y el amor, anda sin miedo, fuera de tentaciones, tribulaciones y en recta dirección al Señor. Exhibe la valentía de ser de la confianza del Señor, es forma de testimoniar como la gracia llena la vida en su nombre. Al sentir al Señor, dejarás de gemir por tus pecados y actuará igual al Hijo enviado. Confiado en el Señor, conocerás la victoria y recibirás la salvación, entonces, arrepientete y serás hombre perdonado.

Oracion para rezar en todo momento



Ayúdame a clarificar mis intenciones.
purifica mis sentimientos,
santifica mis pensamientos
y bendice mis esfuerzos,
para que todo en mi vida
sea de acuerdo a tu voluntad.
Tengo tantos deseos contradictorios...
Me preocupo por cosas
que ni importan ni son duraderas.
Pero sé que si te entrego mi corazón
haga lo que haga seguiré a mi nuevo corazón.
En todo lo que hoy soy,
en todo lo que intente hacer,
en mis encuentros, reflexiones,
incluso en las frustraciones y fallos,
y sobre todo en este rato de oración,
en todo ello,
haz que ponga mi vida en tus manos.
Señor, soy todo tuyo.
Haz de mí lo que Tú quieras.
Amén.

LLEVAR LA CRUZ.


No existe únicamente la cruz de Cristo, existe también nuestra cruz.
Y, entonces, ¿cuál es esta cruz? Amigo, quiero decirte dos palabras, a este propósito, con mucha claridad, como se hace entre verdaderos amigos.
Tenlo presente. La cruz que no te va bien es precisamente la tuya.
La cruz no es un vestido, ni un par de zapatos que te deben venir a la medida. La cruz jamás va a la medida de tu gusto y de tus exigencias particulares. Desgarra, magulla, araña, arranca la piel, aplasta, doblega...
Y, sin embargo, no hay duda. Para que sea de verdad tuya, la cruz no debe irte bien. Por cualquier lado que la mires, la cruz nunca va bien.
Tampoco a Cristo le iba bien su cruz. No le fue bien la traición de Judas, el sueño de los apóstoles, la conjura de sus enemigos, la fuga de sus amigos, las negociaciones de Pedro, las burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo.
La cruz, para que lo sea, no debe irte bien.
Esa cruz que te viene encima en el momento menos oportuno -una enfermedad que te pilla mientras tienes muchas cosas que hacer y que te echa por tierra un montón de proyectos -es la "tuya".
Esa cruz que nunca hubieras esperado -aquel golpe cobarde que te ha venido de un amigo, aquella frase que tenía el chasquido de un latigazo, aquella calumnia que te ha dejado sin respiración- es "tu" cruz.
Esa cruz que tú no habrías elegido nunca entre otras mil -"una cosa así no debía sucederme a mí"- no hay duda: es "tu" cruz.
Esa cruz que te parece excesiva, disparatada, desproporcionada a tus débiles fuerzas -"es demasiado, no puedo más"- no pertenece a los otros: es la "tuya".
No te hagas ilusiones. No existe una cruz a la medida.
Para ser cruz tiene que estar fuera de medidas.
Lo que cuenta es que la cruz no sea a tu medida.
Lo esencial es, que tú seas a la medida de Cristo.

jueves, 21 de febrero de 2013

21 de febrero, Pedro Damiani Cardenal y Doctor de la Iglesia



Martirologio Romano:Memoria de san Pedro Damiani, cardenal obispo de Ostia y doctor de la Iglesia. Habiendo entrado en el eremo de Fonte Avellana, promovió denodadamente la vida religiosa y en los tiempos difíciles de la reforma de la Iglesia trabajó para que los monjes se dedicasen a la santidad de la contemplación, los clérigos a la integridad de vida y para que el pueblo mantuviese la comunión con la Sede Apostólica. Falleció el día veintidós de febrero en Favencia, de la Romagna (1072).

Fecha de canonización: En el año 1823 por el Papa León XII.


Nació en Ravena y fue una de esas figuras severas que, como San Juan Bautista, surgen en las épocas de relajamiento para apartar a los hombres del error y traerles de nuevo al estrecho sendero de la virtud.

Debido a la prematura muerte de sus padres, el santo fue criado por su hermano, convirtiéndose en un excelente discípulo, y más tarde en un profundo servidor de Cristo.

Pedro Damiani, Santo


Pedro decidió abandonar el mundo exterior y abrazar la vida religiosa en otra región, entrando al convento de Fonte Avellana, comunidad de ermitaños que gozaba de gran reputación.

Allí se dedicó a la oración, lectura espiritual y estudios sagrados, viviendo con gran austeridad.

Pese a su negativa, Pedro asumió la dirección de la abadía en 1043 gobernando con gran prudencia y piedad.

Fundó otras cinco comunidades de ermitaños, donde fomentó entre los monjes el espíritu de retiro, caridad y humildad y además estuvo al servicio de la Iglesia, siendo nombrado Cardenal y Obispo de Ostia en 1057.

San Pedro escribió varios documentos que ayudaron a mantener la observancia de la moral y de la disciplina, particularmente en lo que se refiere a los deberes de los clérigos y monjes.

A pesar de su severidad, el santo sabía tratar a los pecadores con bondad e indulgencia, cuando la caridad y la prudencia lo pedían. Murió el 21 de febrero de 1072. Inmediatamente la gente empezó a considerarlo como un gran santo y a conseguir favores de Dios por su intercesión.

El Papa León XII lo canonizó (1823) y, por los elocuentes sermones que compuso y por los libros tan sabios que escribió, lo declaró Doctor de la Iglesia (1828) .

San Pedro Damiani: consíguenos de Dios la gracia de que nuestros sacerdotes y obispos sean verdaderamente santos y sepan cumplir fielmente su celibato.

SB

miércoles, 20 de febrero de 2013

REFLEXIONES DE CUARESMA Dios siempre nos envía señales



¿Cómo nos envía Dios señales? Dios nos las envía fundamentalmente a través de nuestra conciencia. Una conciencia que tiene que estar buscando constantemente a Dios; una conciencia que no tiene que detenerse jamás a pesar de las barreras de las murallas que hay en la propia alma.

Autor: P. Cipriano Sánchez
Jon. 3, 1-10
Lc. 11,29-32

Jesucristo califica con mucha dureza a la gente de su tiempo y dice que son una generación perversa. Perversa porque tienen una señal y no están dispuestos a aceptar la señal que Dios les da. La señal que Cristo dará, será su Resurrección. Pero Cristo mismo es consciente de que no es suficiente con que Dios dé señales a los hombres; Cristo es consciente de que es necesario que los hombres aceptemos las señales que Dios nos da, que estemos dispuestos a abrir nuestro corazón a las señales; de otra forma, nuestro corazón es un corazón perverso.

¿Qué significa esto? Esto significa que nuestro corazón puede estar caminando de una forma alejada de Dios Nuestro Señor, viviendo de una forma torcida, porque no está aceptando el modo concreto en el cual Dios llega a su vida. Todo este camino que es nuestra existencia, está sembrado por señales de Dios. Está de una forma o de otra, con una constante presencia de un Dios que nos va señalando, indicando, prestando, como una luz que parpadea en todo momento de nuestra vida. Así es Dios en nuestro corazón, con todas las señales que constantemente nos va marcando.

Señales que a veces podrían parecernos extrañas, como el que “la reina del Sur vaya a ver a Salomón”. ¿Qué es lo que la reina del Sur había hecho para ir a ver a Salomón? Simplemente había oído hablar de su sabiduría. ¿Qué es lo que Jonás predica a los ciudadanos de Ninive? Simplemente el hecho de que Ninive va a ser destruida. La reina del Sur cambia su vida y es capaz de ir hasta Israel para ver a Salomón y los ninivitas cambian su vida y se convierten. Es decir, no es problema el cómo Dios Nuestro Señor nos manda una señal particular para que cambiemos nuestra vida, el problema está en si nuestro corazón va abriendo los ojos a esas señales, si está dispuesto en todo momento a escuchar lo que Dios le quiere decir.

Y aquí donde Jesucristo nos pone en guardia: cuidado, porque a ustedes no se les van a dar otras señales más que la señal del profeta Jonás, la Resurrección de Cristo. Esta señal, se nos presenta en la vida de una forma que nosotros tenemos que tomarla arriesgando nuestra vida. Cristo cuando se nos presenta en la vida de una forma que nosotros tenemos que tomarla arriesgando nuestra vida. Cristo cuando se nos presenta en nuestra vida, no nos da mucha seguridad, al contrario, más bien nos pone en más riesgo. Cristo cuando llega a nuestra existencia, nos hace arriesgarnos más. La reina del Sur podría haber dicho: “¿Cómo voy a ir yo hasta allá para escuchar a un rey que dicen que es muy sabio?” Los habitantes de Ninive podrían haber dicho”. ¡Este señor esta mal! ¿Por qué va a tener que destruir nuestra ciudad dentro de tres días si no cambiamos nuestra existencia?”. Y a la reina del Sur se hubiera quedado sin conocer la sabiduría y los habitantes de Ninive se habrían quedado sin conocer la Misericordia de Dios. No habrán sido capaces de captar la señal con la que Dios, en ese momento, estaba pasando por sus vidas. No habrían sido capaces de captar la luz con la que Dios, en ese momento, quería iluminar su existencia.

Cuando uno mira para atrás de la propia existencia y empieza a ver la cantidad de señales que no ha captado y la cantidad de veces que la luz no brilló en nuestro corazón, podría preguntarse: ¿qué hago ahora si he dejado muchas señales, muchas luces de Dios? ¿No será un paso gigante para mi alma? ¿Tendré posibilidad de dar marcha atrás? ¿La reina del Sur tendría posibilidad de volverse a encontrar con Salomón? ¿Los habitantes de Ninive habrían tenido posibilidad de volver, otra vez a escuchar a Jonás? No lo sabemos. Sabemos una cosa como decíamos en el Salmo “Un corazón contrito. Dios no lo desprecia”. Que si en nuestro interior hay el anhelo y el deseo de volver a Dios, Él siempre va a esta listo para darnos de nuevo su luz. Dios siempre va a estar listo para presentarse de nuevo en nuestra vida.

¿Cómo nos envía Dios señales? Dios nos las envía fundamentalmente a través de nuestra conciencia. Una conciencia que tiene que estar buscando constantemente a Dios; una conciencia que no tiene que detenerse jamás a pesar de las barreras de las murallas que hay en la propia alma.

Lo contrario de la perversión es la conversión. Si nuestra alma está constantemente convirtiéndose a Dios, así encuentre un su vida mil defectos, mil problemas, mil reticencias, mil miedos, encontrará al Señor. Es lo mismo que les ocurrió a los habitantes de Nínive. Es la frase final, con la cual el rey de Nínive termina su mandato: “Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos”. Aunque halla murallas, dificultades; aunque seamos nosotros mismos los primeros que nos sintamos como obstáculo al regreso de Dios N. S., no olvidemos que Él siempre está en el camino de la conversión. Él siempre está ahí, dispuesto a darnos la mano, a tendernos la posibilidad de regresar a Él.

¿Por qué descorazonarnos, cuando en nuestro camino de conversión encontramos algo que se nos hace tremendamente difícil de superar? ¿Somos más grandes nosotros que la Misericordia de Dios? ¿Es más milagroso el hecho de que una mujer vaya a escuchar a Salomón, o el que una ciudad completa, se convierta ante la voz de una profeta, que la Resurrección del Hijo de Dios?

En esta Cuaresma tenemos que ir viendo hasta qué punto estamos aceptando las señales de Dios N. S. nos da. Viendo cómo Dios me habla, que detrás de ese cómo Dios me habla, a veces gozo, con penas, a veces con un quebranto tremendo de corazón y a veces con una grandísima alegría en el alma. Estas señales de Dios, tienen detrás un sello que es la Resurrección de Cristo y si nosotros las aceptamos, no simplemente vamos a estar aceptando a un Dios que pasa por nuestra vida, sino que vamos a estar aceptando la garantía con la cual, Dios N. S. pasa por nuestra vida.

Hagamos de nuestra existencia, de nuestro camino, de nuestro encuentro con Dios, un constante aceptar el modo en el que Dios me ha hablado, aunque yo no lo entienda. “Aunque este muy lejos Salomón”. Abramos nuestros ojos, abramos nuestro corazón, nuestra vida a las señales de Dios y permitamos que el Señor vaya señalando, indicando por dónde nos quiere llevar.

Si algún día no sabemos por dónde nos está llevando, que solamente nos preocupe el no perder de vista las señales de Dios. No importa por dónde nos lleve, eso es problema de Él. Nuestro autentico problema, es no perder de vista las señales de Dios, porque por donde Él nos lleve, tendremos siempre la certeza de que nos está llevando por el camino siempre correcto, por el que nosotros necesitamos ir.

Que ésta sea nuestra oración y el más profundo fruto de esta Cuaresma: ser tan auténticos con nosotros mismos, que seamos capaces de ver la autenticidad con la que Dios nos habla. Que nunca la autenticidad de Dios, choque con la inautenticidad de nuestra vida. Que la autenticidad con la que Él se manifiesta en nuestra existencia, a través de sus señales, encuentre siempre como eco el corazón abierto, dispuesto, auténtico, que recibe todas las señales que el Señor le da.

Qué activo está el Diablo... ¡Véncele con toda la omnipotencia de Dios!

El domingo meditábamos en la Misa sobre las tentaciones de Jesús y todos los curas de la parroquia, entre otras cosas, hablábamos de la existencia real de un ser personal, de naturaleza angélica, enemigo del hombre, que quiere nuestra perdición e influye en nuestro interior con tentaciones, pero no puede anular nuestra voluntad, aunque sí mermarla por la repetición de pecados, al que la Iglesia llama Satanás o Diablo (el que divide, el que rompe...)

Más o menos, veníamos a explicar el proceso de la tentación y cómo influye el Diablo y cuánta guerra tenemos que presentar al pecado... Pues bien, al hablar de los efectos del pecado sobre nuestra vida venían algunos a confesarse... ¡Pobrecitos! Cuánto daño nos hace el Diablo, cuántas vidas rotas... Me daban ganas de llorar y de reír. Llorar por ver el sufrimiento de una humanidad lejos de Dios; de reír al comprobar cómo Dios rompe nuestras cadenas y nos libera especialmente a través de los sacramentos. Dios no se ata a la economía sacramental, tiene modos y caminos que no conocemos para llegar a sanar a cada uno, si nos dejamos, pero es evidente que a través de los sacramentos es su especialidad. ¡Cuántas personas recuperan la alegría y la esperanza de que es posible vivir de otro modo gracias a la experiencia de la confesión!

Y me daba cuenta del tremendo influjo, de la saña, del odio, de la manipulación que el Diablo vierte sobre los hijos de Dios. ¡Qué activo está el Diablo en nuestro días! ¡Cómo trata de perdernos a todos! Y sin embargo, está encadenado, pero por la soberbia del mundo, cuántas personas y cuántos cristianos le rondan pensando que no necesitan a Dios, creyendo ser autosuficientes. Planeando sus vidas no sólo al margen de Dios, sino incluso contra Dios y siguen yendo a Misa, y siguen comulgando sin pensar que no importa a cuántas Misas vayas, sino que realmente quieras cumplir su Voluntad.

Y también cuántas personas hay que simplemente por dejar la oración y la dirección espiritual van cayendo por un plano inclinado hasta que al final pierden todo gusto por la convivencia con Dios y acaban renunciando a todo por conformarse con los espejuelos estúpidos que les ofrece el Diablo. ¡Cuánta gente piensa que hacer lo que les de la gana les va a liberar de angustias! Sólo para descubrir horrorizados que han perdido todo lo que merecía la pena en sus vidas.

¿Por qué tenemos que tocar fondo para fiarnos de Dios? ¿por qué tenemos que perderlo todo siguiendo la tentación para descubrir que no nos lleva a nada bueno? ¿por qué pensamos que nuestro Padre Dios es un ogro que no nos quiere?

Muchas veces nos olvidamos que si no luchamos contra nuestros pecados el diablo sigue amarrándonos, influyendo en nuestra voluntad. No basta confesarse, es necesario poner los medios para evitar el pecado. Tiene dos poderosos secuaces: el mundo y nuestra propia debilidad (lo que siempre se ha llamado la "carne"). No os dejéis influir por lo que está de moda, por lo que piensa la sociedad, por el mal llamado "sentido común".

Hoy por hoy, parece como que Satanás estuviera más activo que nunca. ¡Qué horror! Cuántas vidas deshechas y lo que más le interesa son los consagrados, de un modo muy especial los sacerdotes dedicados al apostolado y las familias, especialísimamente va detrás de la mujer.

¡Qué fácil es evitar sus asechanzas! Basta con ceñirse a los sacramentos, la dirección espiritual, la oración y una vida limpia y sencilla. No os compliquéis la vida. Dios puede mucho más que el enemigo, pero no podemos dejarnos atrapar, no podemos acercarnos a él. No seas valiente con el enemigo, huye de él, escóndete en los brazos de tu Padre y vive sin miedo que tu Padre nunca le permitirá que te haga daño. ¡Eres hijo de Dios! ¿a quién vas a temer? Lo único que debemos temer es a la locura de nuestra soberbia cuando clamamos por recuperar nuestros fueros.

No hay nada que odie más Satanás que la sencillez y la humildad, salvo claro está lo mucho que nos Ama Dios. ¡Eso no lo puede soportar!. Agárrate a la mano de María que es la que mejor personifica todo lo que Satanás no puede soportar y vive con mucha paz, sin ningún miedo. ¡Estás en buenas manos!

Si te das cuenta en el rezo del Rosario se dan estas cosas que tanto odia el enemigo: lo primero, la razón por la que rezas el Rosario no es porque sea una oración súper original que te aporte grandes sentimientos, sino pura y llanamente por un cariño gratuito a la Virgen. Comienzas desgranando Avemarías casi como un sacrificio a María y poco a poco te vas encariñando con una oración sencilla, muy humilde, alejada de grandes teologías (como diría Carlos Sainz o Luis Moya: "a ras"). Una oración repetitiva, que poco a poco va calando en el corazón, como una fina llovizna que empapa la tierra.

Es una oración que sólo comprenden los humildes. el soberbio en seguida quiere sentirse importante y al poco tiempo comenzará a sustituirla por una contemplación en la que se pueda escuchar a sí mismo impartiendo preciosos discursos y enseñanzas. El humilde sabe que cada Avemaría es una rosa para nuestra Madre, una espina menos, una simple sonrisa. el soberbio empieza a plantearse que es una pérdida de tiempo, que hay cosas mejores y más importantes que hacer. "He oído, me han dicho, un cura me explicó..." Excusas baratas que se lleva el viento.

Una oración que rezas simplemente porque lo ha pedido María y sabes que es su preferida... Por eso son los cañones de Navarone de la gracia de Dios. Es un arma poderosísima. Una canción que me cantaba mi padre al despertarme los domingos decía: "El demonio al oído te está diciendo: <>".

20 de febrero, los pastorcitos de Fátima, Beatos Francisco y Jacinta Marto

Foto: SANTORAL DEL DÍA 20 DE FEBRERO
 Beatos Francisco y Jacinta Marto

En la Portugal rural del 1917 no es inusual el ver a los niños llevando a sus rebaños a pastorear. Esto es lo que los niños de la familia Marto y Santos, todos primos, hacían en estos días. Casi siempre eran Lucía Santos, Francisco Marto y su hermana Jacinta, los que con gusto tomaban esta responsabilidad agradecidos por el chance de estar al aire libre y de jugar y rezar mientras las ovejas pastaban en silencio. Ellos pastoreaban en diferentes lugares cercanos al pueblito de Fátima y de Aljustrel, que era donde ellos vivían. En estos lugares ocurrieron las apariciones que cambiarían el curso de la vida de estos niños y de la historia del siglo 20.

Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, La Virgen María se les apareció en la Cova de Iría (Cueva de la Paz) a Lucía, Francisco y Jacinta. A partir de estos encuentros, su fe creció y solo querían rezar y sufrir por la conversión de los pecadores. Durante las apariciones, soportaron calumnias, insultos y persecuciones; siendo incluso encerrados varios días en la cárcel y amenazados de muerte por los enemigos de la Iglesia.

Francisco nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Junio de 1908. Fue bautizado el 20 de Junio de 1908. Su gran preocupación era la de “consolar a Nuestro Señor”. El Espíritu de amor y reparación para con Dios ofendido, fueron notables en su vida tan corta. Pasaba horas “pensando en Dios”. por lo que siempre fue considerado como un contemplativo.

Su precoz vocación de eremita fue reconocida en el decreto de heroicidad de virtudes, según el que después de las apariciones "se escondía detrás de los árboles para rezar solo; otras veces subía a los lugares más elevados y solitarios y ahí se entregaba a la oración tan intensamente que no oía las voces de los que lo llamaban".

Cayó victima de la neumonía en Diciembre de 1918 y falleció en Aljustrel a las 22 horas del día 4 de Abril de 1919. Sus restos mortales quedaron sepultados en el cementerio parroquial de Fátima hasta el día 13 de marzo de 1952, fecha en que fueron trasladados para la Basílica de Cova da Iria.

Jacinta Marto, Nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Marzo de 1910. Fue bautizada el 19 de Marzo de 1910. Su vida fue caracterizada por el Espíritu de sacrificio, el amor al Corazón de María, al Santo Padre y a los pecadores. Llevada por la preocupación de la salvación de los pecadores y del desagravio al Corazón Inmaculado de María, de todo ofrecía un sacrificio a Dios, como les recomendará el Ángel, diciendo siempre la oración que Nuestra Señora les enseñará: “Oh Jesús, es por nuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María".

Víctima de la neumonía cayó enferma en Diciembre de 1918. Murió el 20 de Febrero de 1920. El 1 de Mayo de 1951 fue finalmente trasladada a la Basílica del Santuario.

El 13 de Mayo del 2000, el Santo Padre Juan Pablo II los declaró beatos en su visita a Fátima, en presencia de la otra vidente, Lucia. Francisco y Jacinta son los primeros niños no mártires en ser beatificados.



En la Portugal rural del 1917 no es inusual el ver a los niños llevando a sus rebaños a pastorear. Esto es lo que los niños de la familia Marto y Santos, todos primos, hacían en estos días. Casi siempre eran Lucía Santos, Francisco Marto y su hermana Jacinta, los que con gusto tomaban esta responsabilidad agradecidos por el chance de estar al aire libre y de jugar y rezar mientras las ovejas pastaban en silencio. Ellos pastoreaban en diferentes lugares cercanos al pueblito de Fátima y de Aljustrel, que era donde ellos vivían. En estos lugares ocurrieron las apariciones que cambiarían el curso de la vida de estos niños y de la historia del siglo 20.

Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, La Virgen María se les apareció en la Cova de Iría (Cueva de la Paz) a Lucía, Francisco y Jacinta. A partir de estos encuentros, su fe creció y solo querían rezar y sufrir por la conversión de los pecadores. Durante las apariciones, soportaron calumnias, insultos y persecuciones; siendo incluso encerrados varios días en la cárcel y amenazados de muerte por los enemigos de la Iglesia.

Francisco nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Junio de 1908. Fue bautizado el 20 de Junio de 1908. Su gran preocupación era la de “consolar a Nuestro Señor”. El Espíritu de amor y reparación para con Dios ofendido, fueron notables en su vida tan corta. Pasaba horas “pensando en Dios”. por lo que siempre fue considerado como un contemplativo.

Su precoz vocación de eremita fue reconocida en el decreto de heroicidad de virtudes, según el que después de las apariciones "se escondía detrás de los árboles para rezar solo; otras veces subía a los lugares más elevados y solitarios y ahí se entregaba a la oración tan intensamente que no oía las voces de los que lo llamaban".

Cayó victima de la neumonía en Diciembre de 1918 y falleció en Aljustrel a las 22 horas del día 4 de Abril de 1919. Sus restos mortales quedaron sepultados en el cementerio parroquial de Fátima hasta el día 13 de marzo de 1952, fecha en que fueron trasladados para la Basílica de Cova da Iria.

Jacinta Marto, Nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Marzo de 1910. Fue bautizada el 19 de Marzo de 1910. Su vida fue caracterizada por el Espíritu de sacrificio, el amor al Corazón de María, al Santo Padre y a los pecadores. Llevada por la preocupación de la salvación de los pecadores y del desagravio al Corazón Inmaculado de María, de todo ofrecía un sacrificio a Dios, como les recomendará el Ángel, diciendo siempre la oración que Nuestra Señora les enseñará: “Oh Jesús, es por nuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María".

Víctima de la neumonía cayó enferma en Diciembre de 1918. Murió el 20 de Febrero de 1920. El 1 de Mayo de 1951 fue finalmente trasladada a la Basílica del Santuario.

El 13 de Mayo del 2000, el Santo Padre Juan Pablo II los declaró beatos en su visita a Fátima, en presencia de la otra vidente, Lucia. Francisco y Jacinta son los primeros niños no mártires en ser beatificados.


 Vosotros sois la luz del mundo,

y ardiente sal de la tierra,

ciudad esbelta en el monte,

fermento en la masa nueva.

Vosotros sois los sarmientos,

y yo la Vid verdadera;

si el Padre poda las ramas,

más fruto lleva las cepas.

Vosotros sois la abundancia

del reino que ya está cerca,


los doce mil señalados

que no caerán en la siega.

Dichosos, porque sois limpios

y ricos en la pobreza

y es vuestro el reino que sólo

se gana con la violencia. Aménç


SB


 Oración que rezaba Jacinta Martos:
"Oh Jesús, es por nuestro amor, por la conversión de los pecadores (y acrecentada, por el Santo Padre) y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María".

DIOS NOS RESTAURA.



En el Nuevo Testamento restaurar se utiliza para dar la idea de algo dañado o roto que puede volver a usarse para lo cual fue diseñado; pensémoslo en relación con el pasaje de Mateo 4:21 que habla de las redes rotas.

Una red rota no es útil para pescar, y restaurarlas significa que vuelven a ser de utilidad para la pesca. Para nosotros, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de Cristo.
Solemos decir: “úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame para tu Iglesia.” Y el Señor dice,: “pero así, roto, sin restaurar, no sos útil, debes restaurarte, arregla esa red, y después volverás a ser útil en mi servicio.
Cuando llegamos al Señor siempre lo hacemos llenos de barro, si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva.
Luego viene el perfeccionamiento, que no es hecho por nosotros... ni es a fuerza de obra humana sino por gracia; la gracia de Dios.
Dice en Filipenses 1:6, que: “El que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo”. Jesús va a perfeccionar esto que inició en nosotros el día que llegamos a Él.
La palabra dice que la perfeccionará, o sea que va a llevar un tiempo. No dice inició la buena obra y ya está todo perfecto. No es así; la palabra nos enseña que
vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda, es Su tiempo.
Pero, qué sucede con las conductas o sentimientos que no podemos controlar, que quisiéramos deponer, pero que no podemos cambiar como: la ira, la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas u ofensivas, y otros tantos desatinos.
Quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada; entonces nos preguntamos ¿qué está pasando conmigo? ¿de dónde provienen estas reacciones? ¿habrá alguna causa que me provoque actuar así?
Yo quiero agradar a Dios, quiero, realmente, poder tener una vida nueva con mi familia,… pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo palabras que luego lamento haber dicho, y entonces pregunto: ¿qué pasa, Señor, conmigo?
El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12: ¿Quién esta conciente de sus propios errores? Perdóname aquellos de los que no estoy conciente.
Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, podemos pedirle estas cosas al Espíritu Santo de esta manera: “Señor, no puedo entender por qué cometo estos errores. Yo no lo sé, el Espíritu de Dios lo sabe. Líbrame de lo que yo no conozco. Ilumina, Espíritu Santo, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser librado de lo que a Ti no te agrada”. Amén !

Todo el que conoce de Dios, lo ama.

Todo el que conoce de Dios, lo ama. El que lo ama, sigue sus mandatos. Los mandatos son puestos en practica en los hermanos. Los hermanos resultan ser con quienes compartimos y llamamos prójimo. El prójimo siempre espera del Perdón y la reconciliación. La reconciliación es acto de amor y gozo. El gozo es interior y lleva a vivir en paz. La paz nace en ti y habita en el hogar. El hogar que refleja paz, Dios estará. Dios concede un nuevo amanecer lleno de gracia. La gracia de Dios, da frutos abundante en la vida de sus hijos. Los hijos reciben de Dios la oportunidad de renacer en El y vivir la conversión. La conversión permite disfrutar la vida con luces claras, corazón fortalecido que genera esperanza de construir primero, amor en uno, luego, en los seres queridos. Quien no es capaz de amarse a si mismo, no amarás al prójimo, tampoco, a Dios y la vida. Busca de Dios y empezarás a ordenar la vida con amor, a tal forma, todo quedará enlazado en el mismo corazón. Ese es el amor integro que Dios demanda en sus hijos.

martes, 19 de febrero de 2013

La respuesta es muy sencilla


La respuesta es muy sencilla

En un mundo que se mueve al revés espiritualmente… ¿Qué estás haciendo tú para moverte hacia adelante???
Así comienza este video, mostrando el vacío espiritual de nuestra sociedad. Basta mirar las noticias: soberbia, orgullo, avaricia, odio, lujuria, vanidad, ira, sexo, violencia, muerte… desde el ser humano más pequeño hasta el más “poderoso”, desde el país más pobre al más industrializado, el hombre moderno tiene un vacío inmenso de Dios. Y muchos quieren llenarlo, sencillamente no saben cómo.
Sin embargo, la respuesta es muy sencilla: a los pies de Jesús Sacramentado. Anda, esta Cuaresma, anímate a pasar un rato con Él. Te aseguro que en su Presencia encontrarás respuestas a muchas de tus interrogantes y verás resurgir vida nueva en tu corazón.
¡Jesús está VIVO y te espera en el Santísimo Sacramento!
Fuente: http://www.tengoseddeti.org/video/la-respuesta-es-muy-sencilla/

Catequesis del Beato Juan Pablo II sobre el Sacramento de la Reconciliación

Foto: Catequesis del Beato Juan Pablo II sobre el Sacramento de la Reconciliación
 
1. El camino hacia el Padre, motivo de reflexión en este año de preparación al gran Jubileo, implica también el redescubrimiento del sacramento de la Penitencia en su significado profundo de encuentro con Él, que perdona mediante Cristo en el Espíritu (cf. Tertio Millennio Adveniente, 50).
Son numerosos los motivos por los que es urgente hacer una seria reflexión en la Iglesia sobre este sacramento. Lo exige, ante todo, el anuncio del amor del Padre, como fundamento de la vida y de la acción del cristiano, en el contexto de la sociedad actual, donde con frecuencia se ofusca la visión ética de la existencia humana. Muchos han perdido la dimensión del bien y del mal porque han perdido el sentido de Dios, interpretando la culpa únicamente según perspectivas psicológicas o sociológicas. En segundo lugar, la pastoral debe dar un nuevo impulso a un itinerario de crecimiento en la fe, que subraye el valor del espíritu y de la práctica penitencial en toda la vida cristiana.
2. El mensaje bíblico presenta esta dimensión "penitencial" como compromiso permanente de conversión. Hacer obras de penitencia supone una transformación de la conciencia, que es fruto de la gracia de Dios. Sobre todo, en el Nuevo Testamento, se exige la conversión como decisión fundamental a aquellos a quienes se dirige la predicación del reino de Dios: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15; cf. Mt 4,17). Con estas palabras Jesús inicia su ministerio, anuncia el cumplimiento de los tiempos y la inminencia del reino. Este "convertíos" (en griego: "metanoéite") es un llamamiento a cambiar de manera de pensar y de comportarse.
3. Esta invitación a la conversión constituye la conclusión vital del anuncio hecho por los apóstoles después de Pentecostés. En él, el objeto del anuncio queda totalmente explícito: ya no es genéricamente el "reino", sino más bien la obra misma de Jesús, integrada en el plan divino predicho por los profetas. Al anuncio de lo que ha tenido lugar con Jesucristo muerto, resucitado y vivo en la gloria del Padre, le sigue la apremiante invitación a la "conversión", a la que está ligada el perdón de los pecados. Todo esto aparece claramente en el discurso que Pedro pronuncia en el pórtico de Salomón: "Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados" (Hch 3,18-19). Este perdón de los pecados, en el Antiguo Testamento, fue prometido por Dios en el contexto de la "nueva alianza", que Él establecerá con su pueblo (cf Jer 31,31-34). Dios escribirá la ley en el corazón. En esta perspectiva, la conversión es un requisito de la alianza definitiva con Dios y al mismo tiempo una actitud permanente de aquel que, acogiendo las palabras del anuncio evangélico, pasa a formar parte del reino de Dios en su dinamismo histórico y escatológico.
4. El sacramento de la Reconciliación transmite y hace visible de manera misteriosa estos valores fundamentales anunciados por la Palabra de Dios. Reintegra al hombre en el contexto salvífico de la alianza y los vuelve a abrir a la vida trinitaria, que es diálogo de gracia, circulación de amor, don y acogida del Espíritu Santo.
Una relectura atenta del "Ordo Paenitentiae" ayudará mucho a profundizar, con motivo del Jubileo, en las dimensiones esenciales de este sacramento. La madurez de la vida eclesial depende en gran parte de su redescubrimiento. El sacramento de la Reconciliación, de hecho, no se circunscribe al momento litúrgico-celebrativo, sino que lleva a vivir la actitud penitencia en cuanto dimensión permanente de la experiencia cristiana. Es "un acercamiento a la santidad de Dios, un nuevo encuentro con la propia verdad interior, turbada y trastornada por el pecado, una liberación en lo más profundo de sí mismo y, con ello, una recuperación de la alegría perdida, la alegría de ser salvados, que la mayoría de los hombres de nuestro tiempo ha dejado de gustar" ("Reconciliatio et paenitentia", 31,III).
5. Por lo que se refiere a los contenidos doctrinales de este sacramento, me remito a la exhortación apostólica "Reconciliatio et paenitentia" (cf. nn.28-34) y al "Catecismo de la Iglesia Católica" (cf. nn.1420-1484), así como a las demás intervenciones del Magisterio eclesial. En estos momentos deseo recordar la importancia de la atención pastoral necesaria para valorar este sacramento en el pueblo de Dios, para que el anuncio de la reconciliación, el camino de conversión y la misma celebración del sacramento puedan tocar aún más los corazones de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo.
En particular, deseo recordar a los pastores que para ser buenos confesores hay que ser auténticos penitentes. Los sacerdotes saben que son depositarios de una potestad que viene de lo alto: de hecho, el perdón que transmiten es "signo eficaz de la intervención del Padre" ("Reconciliatio et paenitentia", 31,III) que hace resucitar de la muerte espiritual. Por esto, viviendo con humildad y sencillez evangélica una dimensión tan esencial de su ministerio, los confesores no deben descuidar su propia perfección y actualización en su formación para que no desfallezcan en esas cualidades humanas y espirituales que son tan necesarias para la relación con las conciencias.
Pero, junto a los pastores, toda la comunidad cristiana debe quedar involucrada en la renovación pastoral de la Reconciliación. Lo impone el carácter eclesial propio del sacramento. La comunidad eclesial es el seno que acoge al pecador arrepentido y perdonado y, antes aún, crea el ambiente adaptado para el camino de regreso al Padre. En una comunidad reconciliada y reconcialiante los pecadores pueden volver a encontrar el camino perdido y la ayuda de los hermanos. Y, por último, a través de la comunidad cristiana puede volverse a diseñar un sólido camino de caridad, que haga visible a través de las buenas obras el perdón recibido, el mal reparado, la esperanza de poder encontrar todavía los brazos misericordiosos del Padre.

Juan Pablo II

1. El camino hacia el Padre, motivo de reflexión en este año de preparación al gran Jubileo, implica también el redescubrimiento del sacramento de la Penitencia en su significado profundo de encuentro con Él, que perdona mediante Cristo en el Espíritu (cf. Tertio Millennio Adveniente, 50).
Son numerosos los motivos por los que es urgente hacer una seria reflexión en la Iglesia sobre este sacramento. Lo exige, ante todo, el anuncio del amor del Padre, como fundamento de la vida y de la acción del cristiano, en el contexto de la sociedad actual, donde con frecuencia se ofusca la visión ética de la existencia humana. Muchos han perdido la dimensión del bien y del mal porque han perdido el sentido de Dios, interpretando la culpa únicamente según perspectivas psicológicas o sociológicas. En segundo lugar, la pastoral debe dar un nuevo impulso a un itinerario de crecimiento en la fe, que subraye el valor del espíritu y de la práctica penitencial en toda la vida cristiana.
2. El mensaje bíblico presenta esta dimensión "penitencial" como compromiso permanente de conversión. Hacer obras de penitencia supone una transformación de la conciencia, que es fruto de la gracia de Dios. Sobre todo, en el Nuevo Testamento, se exige la conversión como decisión fundamental a aquellos a quienes se dirige la predicación del reino de Dios: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15; cf. Mt 4,17). Con estas palabras Jesús inicia su ministerio, anuncia el cumplimiento de los tiempos y la inminencia del reino. Este "convertíos" (en griego: "metanoéite") es un llamamiento a cambiar de manera de pensar y de comportarse.
3. Esta invitación a la conversión constituye la conclusión vital del anuncio hecho por los apóstoles después de Pentecostés. En él, el objeto del anuncio queda totalmente explícito: ya no es genéricamente el "reino", sino más bien la obra misma de Jesús, integrada en el plan divino predicho por los profetas. Al anuncio de lo que ha tenido lugar con Jesucristo muerto, resucitado y vivo en la gloria del Padre, le sigue la apremiante invitación a la "conversión", a la que está ligada el perdón de los pecados. Todo esto aparece claramente en el discurso que Pedro pronuncia en el pórtico de Salomón: "Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados" (Hch 3,18-19). Este perdón de los pecados, en el Antiguo Testamento, fue prometido por Dios en el contexto de la "nueva alianza", que Él establecerá con su pueblo (cf Jer 31,31-34). Dios escribirá la ley en el corazón. En esta perspectiva, la conversión es un requisito de la alianza definitiva con Dios y al mismo tiempo una actitud permanente de aquel que, acogiendo las palabras del anuncio evangélico, pasa a formar parte del reino de Dios en su dinamismo histórico y escatológico.
4. El sacramento de la Reconciliación transmite y hace visible de manera misteriosa estos valores fundamentales anunciados por la Palabra de Dios. Reintegra al hombre en el contexto salvífico de la alianza y los vuelve a abrir a la vida trinitaria, que es diálogo de gracia, circulación de amor, don y acogida del Espíritu Santo.
Una relectura atenta del "Ordo Paenitentiae" ayudará mucho a profundizar, con motivo del Jubileo, en las dimensiones esenciales de este sacramento. La madurez de la vida eclesial depende en gran parte de su redescubrimiento. El sacramento de la Reconciliación, de hecho, no se circunscribe al momento litúrgico-celebrativo, sino que lleva a vivir la actitud penitencia en cuanto dimensión permanente de la experiencia cristiana. Es "un acercamiento a la santidad de Dios, un nuevo encuentro con la propia verdad interior, turbada y trastornada por el pecado, una liberación en lo más profundo de sí mismo y, con ello, una recuperación de la alegría perdida, la alegría de ser salvados, que la mayoría de los hombres de nuestro tiempo ha dejado de gustar" ("Reconciliatio et paenitentia", 31,III).
5. Por lo que se refiere a los contenidos doctrinales de este sacramento, me remito a la exhortación apostólica "Reconciliatio et paenitentia" (cf. nn.28-34) y al "Catecismo de la Iglesia Católica" (cf. nn.1420-1484), así como a las demás intervenciones del Magisterio eclesial. En estos momentos deseo recordar la importancia de la atención pastoral necesaria para valorar este sacramento en el pueblo de Dios, para que el anuncio de la reconciliación, el camino de conversión y la misma celebración del sacramento puedan tocar aún más los corazones de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo.
En particular, deseo recordar a los pastores que para ser buenos confesores hay que ser auténticos penitentes. Los sacerdotes saben que son depositarios de una potestad que viene de lo alto: de hecho, el perdón que transmiten es "signo eficaz de la intervención del Padre" ("Reconciliatio et paenitentia", 31,III) que hace resucitar de la muerte espiritual. Por esto, viviendo con humildad y sencillez evangélica una dimensión tan esencial de su ministerio, los confesores no deben descuidar su propia perfección y actualización en su formación para que no desfallezcan en esas cualidades humanas y espirituales que son tan necesarias para la relación con las conciencias.
Pero, junto a los pastores, toda la comunidad cristiana debe quedar involucrada en la renovación pastoral de la Reconciliación. Lo impone el carácter eclesial propio del sacramento. La comunidad eclesial es el seno que acoge al pecador arrepentido y perdonado y, antes aún, crea el ambiente adaptado para el camino de regreso al Padre. En una comunidad reconciliada y reconcialiante los pecadores pueden volver a encontrar el camino perdido y la ayuda de los hermanos. Y, por último, a través de la comunidad cristiana puede volverse a diseñar un sólido camino de caridad, que haga visible a través de las buenas obras el perdón recibido, el mal reparado, la esperanza de poder encontrar todavía los brazos misericordiosos del Padre.

Juan Pablo II